El Via Crucis en Dublín

Dublín. Vivir pidiendo que Cristo se desvele

En Irlanda las iglesias siguen cerradas por la pandemia. Organizar el gesto del Viernes Santo ha sido una pequeña odisea, pero también la ocasión de nuevos encuentros y la gozada del asombro de la última en llegar

Desde hace casi veinte años organizamos en Dublín el Via Crucis de Viernes Santo en el Phoenix Park, el parque más importante de la ciudad. En los últimos años había estado guiado por el arzobispo y se proponía a toda la ciudad, convirtiéndose en el gesto público más significativo de la Semana Santa en la capital irlandesa.
Igual que el año pasado, esta vez no ha sido posible hacerlo por las restricciones impuestas por la pandemia. Irlanda se encuentra estos días en el “nivel cinco”, el máximo en la escala de prohibiciones. Desde hace unos meses solo se puede entrar en las iglesias para oraciones personales. La misa solo se puede seguir online.

En esta situación especialmente, nuestro deseo era proponer un gesto público sencillo, pero que pudiera llegar a toda la ciudad. Lo comentamos con el nuevo arzobispo Dermot Farrell, recién nombrado, y se ofreció para compartir con nosotros ese momento de la Semana Santa. Al principio pensamos en retransmitir online un Via Crucis itinerante por las diversas iglesias del centro histórico, pero tuvimos que reducir nuestras ambiciones y hacerlo en una sola iglesia con la presencia máxima de seis personas, el número permitido para celebraciones online: el sacerdote, los lectores, el sacristán, y alguien de cantos.

Para las cuestiones técnicas, nos pusimos en contacto con los responsables de Church Services TV, la organización irlandesa que presta servicios de webcam a gran parte de las parroquias del país, pero también en Gran Bretaña, Bélgica y otros países. Nos quedamos realmente asombrados al saber que en 2020 habían tenido más de 80 millones de usuarios en sus servicios, que sobre todo tienen un objetivo misionero. El encuentro con estas personas fue una de las sorpresas de nuestro intento de afrontar estas circunstancias tan complicadas sin aplicar nuestro propio esquema a la realidad, sino intentando entrar en ella con apertura. De modo que estos “técnicos” también se convirtieron en compañeros de camino. Por un lado, nos permitían organizar el Via Crucis, y por otro nos ayudaban a hacer memoria constantemente de la naturaleza de la experiencia cristiana como acontecimiento, y por tanto de la naturaleza y función última de este “gesto”, cuya etimología implica «portar un significado».

Otro encuentro fue el que tuvimos con la comunidad carmelita, presente en una parroquia de la ciudad donde queríamos hacer el Via Crucis al principio. No fue posible, pero nos llamó la atención, por un lado, su gran disponibilidad para colaboraciones futuras, y por otro, el motivo que nos dieron para declinar la invitación: la forma que habían elegido para servir a la comunidad cristiana, con todas las restricciones, era ofrecer el sacramento de la Confesión, que ahora no todas las parroquias ofrecen. Se han convertido en punto de referencia para mucha gente en la ciudad.

El Via Crucis fue seguido por cientos de personas en todo el país, pero también en Gran Bretaña, Rumanía, Holanda y Nueva Zelanda. No sabemos cómo usará el Padre eterno este pequeño momento de oración y testimonio que hemos ofrecido en el contexto de las restricciones, lo que sabemos es que las dificultades de este momento no apagan nuestro grito. De hecho lo hacen más fuerte. Se hace más urgente nuestro deseo de comunicar lo que hemos conocido, y esta urgencia nos empuja a ser más “inteligentes” y creativos.

Una de las personas más conmovidas y agradecidas por este gesto fue una de las últimas en llegar a nuestra comunidad. Una nueva amiga irlandesa a la que nunca hemos visto de manera presencial, pero que durante estos meses ha seguido la Escuela de comunidad online con una fidelidad conmovedora.

Si un gesto sirve para reclamar el significado que porta, si sirve de paradigma y por tanto de ayuda para afrontar la vida de todos los días, este Via Crucis lo ha sido, y lo sigue siendo en el trabajo, en la familia, en las relaciones de este tiempo de pandemia.

LEE TAMBIÉN – La generación del afecto a Cristo

Por ejemplo, en algunos sectores laborales no está nada claro lo que va a pasar. Todavía no se ve ninguna luz al final del túnel y no se comprenden los contornos de la “nueva normalidad” a la que podremos llegar. Pero, como hemos podido experimentar estas semanas, lo que más ayuda es la conciencia de vivir el instante concreto en relación con el Misterio. Vivir esto, con una petición llena de la certeza de que Cristo Resucitado se desvela ahí, nos permite reconocer la positividad dentro de la oscuridad de la circunstancia.
Seguramente sufriremos el peso y las consecuencias de esta crisis. Pero estamos seguros de Algo que viene antes y que nos da la energía necesaria para afrontar las dificultades y el deseo de construir dentro de una realidad hostil. En este sentido, nada puede impedirnos vivir y proponer lo que hemos conocido.
Mauro, Dublín