Estados Unidos. Cuando todo empieza con un podcast

Hazel vive en Iowa y forma parte de un grupo de jóvenes católicos que quiere tomarse en serio la fe. Pero algo no funciona. La líder del grupo conoce un nuevo lugar y se lo propone a los demás. Al principio no lo ve, pero cuando cede…

Hace tiempo, estaba escuchando mi podcast favorito, “Catholic Stuff You Should Know”, mientras estaba trabajando en uno de mis múltiples proyectos artísticos, cuando sucedió un episodio realmente especial. Hablaban de un grupo de católicos, adultos, motivados, que se reúnen para la misa, para comer juntos y para conversaciones profundas. Aquello removió algo dentro de mí y todo lo que pensé fue: «Guau, me encantaría que hubiera algo parecido en mi zona y para los jóvenes». Tenían un nombre que (por aquel entonces) me sonaba muy exótico: Comunión y Liberación. Como no era algo orientado a mi franja de edad (por lo que entendí), seguí con lo mío y enseguida lo olvidé.

Años más tarde, formaba parte de un grupo de jóvenes que deseaba algo más que las habituales actividades parroquiales, así que decidimos fundar nuestro propio grupo, donde nos esforzábamos por captar el espíritu de la Catequesis del Buen Pastor (texto utilizado con niños de 0 a 12 años) y adaptarlo para jóvenes de 12 a 18. En pocas palabras, después del segundo año nos dimos cuenta de que la cosa no iba demasiado bien. Luego nuestra líder, Mandie, conoció a los bachilleres de Gioventù Studentesca. Enseguida nos habló de ellos, diciéndonos que ese lugar podía ofrecernos lo que tanto buscábamos. Pero llegó el Covid y todo se paró.

Mi carácter es fuerte, soy muy testaruda y decidida. Había trabajado demasiado duro y durante demasiado tiempo en nuestro proyecto juvenil para abandonarlo y, fuera lo que fuera eso de GS, no me interesaba. Cuando anunciaron que íbamos a tener un encuentro con los de GS por Zoom, decidí que yo no iba a participar. Tuvieron un par de encuentros online a los que no me conecté. Mientras tanto, mi fe se tambaleaba como una barca en medio del océano. No me encontraba bien, pero no veía ninguna salida. Estaba perdida, desesperanzada y espiritualmente hambrienta. Por suerte tengo una amiga tan testaruda como yo, Grace, empeñada en invitarme a estos encuentros online. Me decía que mi cinismo era infundado y me pidió que al menos lo probara por una vez. Así que lo hice, y desde entonces no me he perdido ni una.

Cuando nos conocimos presencialmente en Minnesota, estuve feliz todo el día. Solo entonces, charlando con Sebastian, uno de los adultos, me di cuenta de que este era el movimiento que hacía tanto tiempo había agitado mi corazón en aquella ocasión del podcast. Desde luego, a Dios le encanta sembrar indicios ocultos en nuestra vida que solo podemos reconocer si miramos muy dentro de nosotros.

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Durante toda la cuarentena, GS me ayudó a seguir adelante. Me devolvió la fe en el hecho de que en la Iglesia y en la vida existen realmente personas que se comprometen de verdad, que viven y aman plenamente a Cristo. Aunque nunca antes había estado en Minnesota antes de ese viaje, este otoño, sabía que estaba viviendo la misma pertenencia que ellos y que todos juntos somos de Cristo, y lo somos conscientemente. De vez en cuando echo de menos los encuentros en persona y la fatiga de mi vida sigue estando ahí, pero ahora ya no estoy sola. GS se ha convertido en mi familia. Mi vida ha cambiado a mejor y no quiero volver atrás.
Hazel, Prole (Iowa), Estados Unidos