Florida. «2020 no me ha estafado»

Aun privados de las cosas normales de la vida, «Cristo sigue aconteciendo». El descubrimiento de un año extraordinario donde hasta los debates más acalorados son ocasión para conocer una realidad «desconcertante»

Reflexionando sobre mi experiencia de estos meses, entre la pandemia y las elecciones presidenciales, me doy cuenta de varias cosas importantes. En primer lugar, hemos sido privados de la posibilidad de vivir nuestra vida como estábamos acostumbrados, pero Cristo sigue aconteciendo. Debo rendirme a la evidencia de que Él está sucediendo. Aunque me falten nuestros gestos, las reuniones con los amigos, las iniciativas que podríamos organizar, tengo que admitir que Él no nos abandona y sigue presente ante mí: en mis amigos de la Escuela de comunidad, algunos de los cuales de han unido durante la pandemia, en todos los testimonios impresionantes que he leído en Huellas y en la web de CL, en mi propia casa. .

Siento como dichas para mí las palabras que Jesús dijo a Marta: «Marta, Marta, andas inquieta y preocupada con muchas cosas; solo una es necesaria». Cuando me di cuenta, mi ansia por "arreglar" la situación y encontrar la manera de no vivir condicionado por todas las restricciones y superar la tempestad esperando que lleguen tiempos mejores, desapareció dando paso a una profunda libertad: libertad para arriesgar e ir a ver a la gente, libertad para estar en casa y renunciar a ciertas cosas, libertad para respetar la libertad de los demás. Es una vida distinta porque no se basa en la duda de si este 2020 habrá sido una estafa y que podría haber sido distinto, sino en el asombro de su Presencia, que sigue aconteciendo delante de mis ojos.

Mi segunda sorpresa tiene que ver con las presidenciales. Todavía no soy ciudadano americano y por tanto no puedo votar. Pero no he podido evitar tratar de entender qué era lo que estaba en juego y cuál era la mejor opción para este país que he aprendido a amar profundamente. Me puse a leer, a ver los debates y a discutir con amigos y compañeros. Me apasiona la historia racial de este país, su sistema jurídico penal, la idea de gobierno y sociedad que se esconde tras la respuesta a la pandemia. He cambiado de idea muchas veces, buscando un equilibrio entre intereses personales y una visión general de la política y de la libertad, de las cuestiones sociales y morales.

Al final tomé una decisión sobre el voto que habría expresado pero este proceso de implicación en todos estos problemas me hizo ver algo mucho más valioso que una decisión, que puede ser tan discutible como cualquier otra, sobre todo en el clima político actual. Tanto dentro como fuera del movimiento y de la Iglesia, la contribución que podemos ofrecer al mundo es la certeza de que no nos define ninguna ideología, que podemos discutir acaloradamente, incluso pelear, y lo que surge es lo interesante que es la realidad frente a nuestras diferencias ideológicas.

Tuve una discusión muy acalorada sobre Trump con una compañera, que luego me mandó este mensaje: «Gracias porque eres una de las pocas personas con las que puedo discutir libremente de estas cosas y siempre me haces pensar». Yo puedo decir lo mismo. La realidad te desconcierta, es mucho más incómoda que las ideologías, y a menudo tengo que repetir esas palabras que este 2020 se han convertido en un estribillo: «No lo sé». Pero el compromiso con la realidad me abre, me ayuda a afrontar mis preguntas y me permite encontrarme con los que me rodean, sin dejarlos al margen. Más aún, sorprendo a Aquel que ha entrado en mi vida y la ha transformado en una aventura.

Al comienzo de su última carta encíclica, el papa Francisco recuerda el viaje de san Francisco para encontrarse con el Sultán y describe ese gesto con palabras de Leclerc: «Solo el hombre que acepta acercarse a otros seres en su movimiento propio, no para retenerlos en el suyo, sino para ayudarles a ser más ellos mismos, se hace realmente padre». Yo esto lo he visto en nuestro trabajo sobre las elecciones y creo que en eso consiste el don que el carisma de don Giussani.
Alberto, Gainesville, Florida