Un Misterio que se revela, incluso haciendo team building

Durante un día se cierra la empresa para pasar juntos el día en un sitio bonito. Pero todo cansa, así que Emilia intenta plantearlo de una manera nueva, abordando la cuestión del “objetivo” y el “deseo” en el trabajo. Y al volver a la oficina…

Quisiera contar una experiencia que he tenido con mis compañeros de trabajo y que me parece un testimonio de cómo se comunica el Misterio mediante circunstancias naturales, que conservan toda su fragilidad y aparente futilidad. A principios de septiembre organicé con el visto bueno de la dirección de mi empresa el “Día libre” que celebramos todos los años, una jornada en la que cerramos las oficinas y nos vamos todos a un sitio bonito en la montaña para hacer formación y team building. Normalmente la dirección se encarga de organizarlo, pagando a algún ponente externo. Pero como los últimos años estas jornadas no han tenido mucho éxito, le comenté al director que no necesitábamos gente de fuera porque ya formábamos un buen equipo, que solo nos hacía falta una jornada de convivencia para relajar la tensión acumulada durante por el estrés y volver a mirar nuestra humanidad antes que los roles que cada uno desempeña en la empresa. Por mi experiencia con los jóvenes añadí incluso que para hacer team building no hacía falta demasiado, bastaba con organizar un buen juego.

Así que este año el director me encargó la organización de la jornada y me dio carta blanca. Le pedí a tres compañeros que me ayudaran. Fue un día muy bonito, divertido y pensado hasta el detalle. Pero yo quería que fuera algo más que divertido, quería entender mejor el significado de nuestro trabajo juntos día tras día. Me puse a revisar algunas conferencias de Bernard Scholz sobre el trabajo para definir los contenidos y luego apliqué el método que seguimos con los grupos juveniles. Al principio, antes de empezar los juegos, lancé dos preguntas, dos cuestiones sobre el trabajo a las que había que prestar atención durante las actividades y sobre las que volveríamos por la tarde. La primera pregunta era: «¿Qué importancia tiene el trabajo de equipo para comprender la meta, el objetivo a alcanzar?». Y la segunda: «¿Qué implica el deseo de ganar que el reto del juego despierta en nosotros?». Dividimos el grupo en cuatro equipos, cada uno con su nombre, color, capitán, bandera y en una pradera enorme hicimos ocho juegos.

Por la tarde tuvimos un momento de encuentro y confrontación retomando las preguntas de la mañana. Intenté acompañar el debate para profundizar en la experiencia que habíamos vivido, vincularla a nuestra situación laboral y captar el significado de nuestro trabajo juntos.

En la primera pregunta ya surgió la primera revolución sobre algo que siempre nos habían dicho todos los ponentes externos. Para ponerse de acuerdo, no hay que centrarse tanto en la relación como en el objetivo. Si tenemos que trabajar juntos, debemos entender por qué lo hacemos. Si el objetivo no está claro, nuestras diferencias se convertirán en una limitación, si el objetivo está claro nuestras diferencias supondrán una riqueza. Pero si eso es verdad, ¿por qué no lo hacemos? Porque en cuanto nos ponemos a trabajar juntos, miramos lo que estamos haciendo y perdemos de vista el objetivo por el que lo hacemos.

En cambio, la segunda pregunta era más profunda y personal. El deseo de vencer refleja nuestro deseo de llegar a incidir en la realidad, de poder mejorar las circunstancias que debemos afrontar, para nuestro bien y el de los demás. El trabajo es expresión de este deseo, de esta exigencia que llevamos dentro. Trabajando podemos expresar nuestro deseo de mejorar el mundo que nos rodea poniendo en juego nuestros talentos. La verdadera satisfacción en el trabajo nace de entender que, poniéndote en juego hasta el fondo, tú eres capaz de entrar en la realidad y transformarla.

El ser humano se experimenta a sí mismo, madura humana y profesionalmente, cuando afronta los problemas del trabajo. Es un acto de conciencia. Es decir, no depende del cargo que ocupemos ni de que nuestro trabajo sea más o menos útil, depende de la conciencia con que lo hacemos.

Mientras hablábamos de estas cosas, miraba los rostros de mis compañeros. Tenían la cara llena de asombro, en sus ojos estaba ese “brillo” que aparece cuando te topas con algo sorprendentemente verdadero y correspondiente. Estaban todos tan contentos que se pasaron un día entero dando las gracias y mandando fotos de la jornada por el grupo de whatsapp. Durante una semana, mi compañera de recepción, cada vez que pasaba por delante, me daba un abrazo y volvía a darme las gracias. Para mí, esta fue la manera que el Misterio eligió para comunicarse, mediante circunstancias naturales que conservan toda su fragilidad y aparente futilidad, ha sido el método para comprobar en la experiencia la presencia del Misterio, el camino para conquistar el corazón.
Emilia, Bolzano