«El amor es más fuerte»

Después de celebrar un Encuentro Santiago dedicado a “Vivir una esperanza en el presente”, la ciudad se despierta sacudida por la violencia que llega hasta la quema de dos iglesias. ¿Pero cómo se puede mirar al otro?

Un día después de haber concluido Encuentro Santiago 2020, con el lema “Vivir una esperanza en el presente”, vemos cómo suceden graves hechos de violencia en nuestro país, incluyendo entre otros la quema de dos iglesias en Santiago. Estos hechos no hacen más que confirmar lo que decíamos al finalizar Encuentro Santiago este año: la esperanza en el presente nace solo de ver una humanidad más humana que hace entrar aire fresco y permite respirar. Nada más contrario a la experiencia de la gran mayoría de los chilenos al ver las imágenes que la televisión se encargaba de trasmitir en directo.

«El patrimonio no es un conjunto de ladrillos o de edificios, es una relación de una comunidad viva que le da sentido a estos bienes patrimoniales, y el daño que se ha producido tanto en San Francisco de Borja como en La Asunción es un daño a la comunidad que sostiene este templo, a la comunidad que vela a sus muertos en este templo, que tiene su dimensión simbólica y que comprende al mundo desde estos templos. Ese es el principal daño que se le hace a este patrimonio», declaró el subsecretario Emilio de la Cerda. «Por supuesto que hay también un daño a la historia, a la memoria. Si queremos construir un futuro, la comprensión del otro tiene que estar en el centro de ese relato común, por lo tanto, cualquier daño a los símbolos de otros es un daño a toda la comunidad nacional, no puede haber nadie indiferente a este tipo de destrucciones. Este no es un ataque a una jerarquía de una iglesia, no es un ataque a un símbolo de poder, es un ataque a una comunidad viva».

Monseñor Aos, arzobispo de Santiago, nos recordaba en su mensaje a la comunidad las palabras que pronunciara el papa Juan Pablo II en nuestro país hace más de 30 años: «el amor es más fuerte». Sí, porque lo único realmente capaz de derrotar a la violencia, desde aquella violencia casi imperceptible que se da en la cotidianidad de la vida hasta aquella violencia que parece querer destruir todo a su paso, es el amor al otro. De hecho, sin un amor, sin un afecto real por el otro que es distinto a mí, todo, de una u otra manera, termina siendo cálculo y violencia. Incluso la tantas veces invocada tolerancia llega a ser, en el mejor de los casos, solo la calma que antecede a la siguiente tempestad.



Terminábamos Encuentro Santiago anunciando el lema del próximo año: “Descubrir al otro: de la tolerancia a la estima”. Es necesario generar espacios de encuentro en los que uno pueda descubrir al otro en la originalidad de su “yo”. Como se decía en el momento de conversación sobre qué esperar de una nueva constitución, se necesita de estos «gestos modestos pero transformadores», gestos que en el tiempo se conviertan en una «cultura del encuentro». Esto, que parecería ser tan insignificante e ineficaz ante la caída en llamas de la cúpula de una iglesia de 150 años, es realmente lo único que tiene la capacidad de cambiar al mundo y derrotar la violencia.

Y fue Dios mismo quien introdujo en la historia, hace más de dos mil años atrás, esta fuerza transformadora: una humanidad nueva con la capacidad de despertar el corazón, redirigir la mirada y percibir el misterio que habita en el otro. Esta es la fuerza transformadora de Cristo que nos ha alcanzado hoy a través de rostros concretos y de una historia particular. Y es desde esta historia particular desde la cual podemos mirar con esperanza el futuro de nuestro país porque para nosotros es una experiencia concreta que el amor es realmente más fuerte.
Gerardo, Santiago (Chile)