Ese hilo rojo al servir

El trabajo en los hoteles, al servicio de las vacaciones de muchas comunidades. Este año serán menos los que puedan trabajar en la limpieza, la cocina y el restaurante, «pero no hemos renunciado a encontrarnos con todos los que nos lo han pedido...»

Debido a la emergencia del Covid, en mayo no se pudo celebrar en Padua el tradicional encuentro del personal hotelero de TH Resort, que desde hace más de treinta años acoge a cientos de jóvenes que quieren trabajar en nuestras instalaciones de montaña. Este año las peticiones recibidas también superaron el millar, y estos meses tan particulares han sido de diálogo intenso con ellos, que nos preguntaban si abriríamos los hoteles y si podrían trabajar con nosotros.

Por nuestra parte, estamos intentando imaginar una temporada de verano que se resentirá considerablemente por la apertura de menos instalaciones y una menor presencia de clientes debido a las restricciones vigentes. La consecuencia será una posibilidad muy limitada de ofrecer trabajo, frente a los mil contratos de temporada que solemos hacer otros años.

Después de varias reuniones del equipo directivo, decidimos que era necesario mantener el encuentro con los jóvenes, aunque fuera por internet. Nos hemos recordado cuál es el primer motivo por el que hemos querido siempre que este encuentro fuera presencial, pero nos hemos dado cuenta de que debíamos mantenerlo sobre todo en un año tan especial. De hecho, a partir de esta contratación laboral, siempre se ha dado con los jóvenes una posibilidad de iniciar una relación que luego, gracias a la convivencia y al trabajo en los hoteles, en muchos casos hemos visto florecer y crecer de manera sorprendente. Pero esa relación comienza justamente por esta disponibilidad inicial que los chicos nos ofrecen en los meses de invierno, mucho antes de que empiece la relación laboral auténtica.

Siempre hemos definido lo que nos une desde el principio como un “pequeño hilo rojo”, una amistad entre nosotros y las personas que proponen esta experiencia a los jóvenes, que suelen ser algún profesor o compañero de clase que ha vivido esta experiencia algún verano.

De ahí la exigencia de compartir con ellos también este momento histórico tan particular, que obviamente influye en el turismo y en nuestras decisiones. No por dar explicaciones y razonamientos sino para mirar qué pasos hemos dado y cómo hemos crecido en este tiempo. Aquí siempre me han tratado como si fuera adulto, desde que empecé, cuando no sabía hacer prácticamente nada. Tuve la suerte de encontrarme con adultos comprometidos y felices con lo que hacían –no siempre es fácil encontrar juntos estos dos rasgos–, que me tomaron en serio y creyeron en mí.

Finalmente, el 4 de junio convocamos a todos los jóvenes y la respuesta fue increíble: 800 conexiones, pero detrás de muchas pantallas también estaban los padres y algunos de nuestros huéspedes históricos en estos meses, que nunca han dejado de hacernos llegar su cercanía. Pienso especialmente en el apoyo que nos han llegado de los amigos de Bérgamo, justo en los días más complicados para ellos en medio de esta pandemia.

Desde ese día, era lo más natural volver a proponer a muchos de los jóvenes que este verano no podrán trabajar con nosotros la posibilidad de venir el año que viene. Fue especialmente bonito el testimonio de un chico que ha trabajado con nosotros varios años y que nos contaba en una carta cómo ha vivido estos meses de confinamiento, dándose cuenta de que gestos sencillos como preparar cuidadosamente un almuerzo puede ser una manera de expresar amor. «La cocina ha sido una ocasión durante la cuarentena y eso se debe a la experiencia de trabajo y servicio que me habéis enseñado, como los fundamentos sobre los que se apoya una casa. Desde el primer verano me ayudaron a darme cuenta de que cada gesto, cada tarea, tiene como destinatario al huésped, su felicidad y su alegría. Esta enseñanza, esta manera de tratar al otro, se ha ido haciendo, poco a poco, cada vez más mía. Servir al otro es un gesto bueno, verdadero y grande. Estoy cada vez más agradecido a la experiencia vivida con vosotros, me doy cuenta de que la educación en el servicio al bien permanece en mí, me constituye. Y ese huésped se convierte en la novia, la familia, los amigos, o incluso yo mismo».
Lorenzo, Padua