«Así es como mi “sí” salva al mundo»

Su bloqueo empezó antes de la pandemia de coronavirus, con un cambio de trabajo y un montón de preguntas. Pero en medio de todo eso es posible vivir «una cierta paz», como describe Barbara desde Nigeria

Para mí, la cuarentena empezó cuando cambié de trabajo, antes de que estallara el coronavirus. De un puesto lleno de tareas y responsabilidades, con doscientos colaboradores, pasé a un empleo estatal. Los primeros días lloré mucho. No tenía nada que hacer y me daba vergüenza estar en un despacho sin hacer nada. Me sentía mal. Si me mandaban algo, me lo explicaban como si fuera una niña: así se hace una fotocopia, así se envía un correo electrónico…

Me sentía paralizada, pero solo por fuera. Por dentro empezó un trabajo muy intenso, lleno de preguntas: «Pero Jesús, ¿tú qué quieres? ¿A qué me estás llamando?». Un diálogo intenso con Él, no había otros interlocutores dignos de ese drama.

Se me hacía evidente que ese cambio era una propuesta Suya, una invitación Suya, y yo quería decir sí. Nunca dudé de haberme equivocado, esa nueva circunstancia era para mí, Pero sentía un desgarro y no terminaba de ver cuál era Su “designio”.

Un día me dieron un registro vacío con doscientas páginas que timbrar. Mientras lo hacía, Le preguntaba: «¿Pero no era más útil lo que hacía antes? ¿Para qué sirve esto?». Luego se me pasó por la cabeza una hipótesis: «¿Y si lo que Tú quieres es alguien que te reconozca presente ahora, como la consistencia mía y del universo entero? ¿Y si esto que estoy haciendo sirviera para toda la gente que en cierto modo he dejado, he dejado en Tus manos?».

Resumiendo, se abrió camino el deseo de decirle sí a Él. Lo que reconocía como “dado” me pedía una adhesión de corazón a Él. Carrón, en su carta del 12 de marzo, escribe: «Vivir la vida como vocación significa tender hacia el Misterio a través de las circunstancias por las que el Señor nos hace pasar. La vocación es caminar hacia el destino abrazando todas las circunstancias a través de las cuales te hace pasar el destino». No había separación entre Jesús y esa circunstancia, entre mi sí al nuevo trabajo, con todo lo que implicaba, y mi sí a Él. Era tan sencillo como responder a un padre.

Y así me he descubierto a mí misma. Yo no soy lo que hago o, peor aún, lo que soy capaz de hacer por los demás, yo consisto en la memoria de un gran amor. Yo soy en este diálogo contigo. Ha sido como volver a dejarme tomar de la mano y me ha devuelto un nuevo gusto por la vida. Mi sí salva al mundo porque ya me está liberando y salvando a mí.

LEE TAMBIÉN – Las herramientas que Él me da

Empezar la cuarentena supuso una continuación de este trabajo. Ahora tengo miedo por lo que pueda pasar, por las consecuencias que traerá todo esto, por los amigos que están en una situación más vulnerable. Podrían suceder tantas cosas, pues no disponemos de un sistema sanitario de calidad y la gente no está tranquila. Pero cuando más lo pienso, más me complico. Sin embargo, cuando confío, cuando digo sí, estoy en paz. En el despacho estaba preparando listas de gente que, con la epidemia, quiere viajar a Italia, italianos y nigerianos. He tenido que hacer muchas llamadas, me he encontrado con gente realmente asustada, agitada por haber perdido el trabajo, sin ninguna razón para quedarse aquí. Algunos han empezado a dudar de todo, hasta de lo que antes daban por descontado todos los días. Ante ellos me he dado cuenta de algo que me diferencia de ellos, de una cierta tranquilidad, de una certeza aun en medio de la confusión, de una paz que no es normal en este contexto. Muchos me han dado las gracias, y no de una manera formal. Uno, después de una llamada, volvió a telefonear para preguntarme mi nombre. Pero la paz que vivo, yo que soy asustadiza por naturaleza, solo es fruto de ese sí a Él, de seguir a Jesús en las circunstancias a través de las cuales me invita a descubrir quién es y quién soy.
Barbara, Lagos (Nigeria)