Perú. Espacios de diálogo para el bien común de todos

La crisis del coronavirus empieza a causar estragos en el sector empresarial y los jóvenes trabajadores pasan a formar parte de una población vulnerable con un futuro muy incierto. Ante la impotencia surgen las preguntas y se abre paso un camino juntos

La actual crisis económica que estamos viviendo por estado de confinamiento en Perú ha hecho que muchas empresas quiebren y el sistema de salud se vea en su total precariedad. No termina de ponerse en marcha un plan efectivo a largo plazo, predominan las improvisaciones que poco nos ayudan, defendiendo más intereses individuales que la solidaridad con el pueblo. Se hace evidente la necesidad de políticos que se pongan al servicio de los sectores más vulnerables, más pobres, que permitan retomar el diálogo con su pueblo y poder así escuchar sus necesidades y no implementar ideas que nada tienen que ver con lo que está sucediendo en realidad. Hacen falta políticos que plasmen la realidad y escuchen las verdaderas necesidades de su pueblo. Escuchar también es la capacidad de compartir preguntas y búsquedas, de hacer un camino juntos como nación, de poder alejarnos de todo complejo de individualismo propio, para unirnos en el trabajo común. Y a raíz de esto poder tomar decisiones que verdaderamente sean de ayuda ante este confinamiento que nos está afectando a todos.

Soy un joven trabajador que recién he terminado los estudios. Estaba trabajando en una empresa privada publicitaria y a raíz del estado de confinamiento la empresa ha quebrado económicamente y ha tenido que cerrar, despidiendo a todos sus trabajadores, que en su mayoría son jóvenes. Ante la impotencia de ver la falta de protección de los derechos laborales de los jóvenes trabajadores surgió en mí una avalancha de preguntas: ¿cómo puedo estar ante estas injusticias?, ¿cómo puedo ayudar?, ¿cómo puedo ser útil para mis amigos y para mí?

Empecé a hablar de todo esto con mis amigos, y me conmovían sus historias. A muchos de ellos el confinamiento los había agarrado en Lima y la mayoría eran de provincia, por lo que tuvieron que recoger sus cosas, lo primero que tenían, para regresar a su ciudad de origen porque no tenían cómo solventarse todos sus gastos ya que se habían quedado sin trabajo. Ellos también se han convertido en un sector vulnerable y no hay ninguna ley que les proteja.

Entonces nació en mí la idea de acompañarnos, de vivir intensamente lo que sucede, lo que está pasando en la realidad, y de servir más al Señor en estos espacios de diálogo, de no hacerme el distraído, como si no pasara nada. Así surgió la idea de juntarnos, crear espacios de diálogo donde hemos invitado a amigos especialistas que nos hablen sobre derechos laborales, economía, tecnología y salud. Temas que nos interesan urgentemente a mí a mis amigos ahora. Donde salgan ideas que contribuyan al bien de todos. Estas circunstancias son para mí la forma que tiene Cristo de ayudarme a darme cuenta de una vez que todo esto lo genera Él porque me prefiere, me quiere más suyo.

Me conmueve solo pensar en los rostros de mis amigos como verdaderos compañeros de camino sediento de justicia; mejor dicho, de Cristo.

Ahora, mirando atrás, comienzo a darme cuenta de la educación que he recibido en el movimiento, en especial de ciertos amigos, que empieza a calar en mi vida. He sido educado para no renunciar a nada de lo que deseo, para tener esta mirada abierta, acogedora y atenta, teniendo presente a Cristo. Y he comenzado a pedir más este don.

Gracias a la creación de estos espacios de diálogo para mantenernos más informados y despiertos, he empezado a enamorarme del corazón de mis amigos, de lo que les pasa o les interesa; ha surgido un deseo de seguir acompañándonos como Cristo me acompaña a mí. Sin pedir nada a cambio.

Es precioso ver lo que el Señor ha hecho con nosotros, despertándonos y cuestionándonos en estos diálogos, y he llegado a la conclusión de que, para poder avanzar en la política y en el mundo de la empresa, hace falta tomarse en serio la vida. Porque tomarse en serio la vida nos hace ciudadanos más reflexivos y críticos. Y eso demanda un mejor comportamiento tanto político como empresarial. Queda mucho por aprender y recorrer en este sentido, pero es precioso ver lo que el Señor hace suceder con nosotros ante las injusticias y cuando vivimos intensamente lo real, como nos propone Julián Carrón.
Luis, Perú