Ante la incertidumbre prevalece la esperanza

Después de preparar una ansiada estancia de seis meses en América del Sur, Davide deja su país en una situación extrema debido al coronavirus, y cuando llega a Uruguay se encuentra con una realidad muy distinta de su plan inicial...

Hace exactamente dos meses dejé mi querida Bolonia para comenzar un período de intercambio de seis meses en América del Sur, precisamente en Montevideo (Uruguay). Esperé este capítulo de mi vida por mucho tiempo, el deseo de apostar por mí mismo e irme al otro lado del mundo era indescriptible, deseo que nació después de mi primer erasmus en España. Sí, porque estaba listo para afrontar un nuevo desafío, estaba listo para buscar la novedad, esa novedad que me distrae del aburrimiento de la vida cotidiana que, muchas veces, cada uno de nosotros debe afrontar en la familia, en el trabajo, en la universidad, en nuestro círculo de conocidos.

Después de despedirme de todos, me mudé a la capital uruguaya, cargado y lleno de curiosidad por vivir esa experiencia que sabía que me dejaría una marca indeleble. Por unos días pude escapar del lockdown de Italia debido al coronavirus. Viendo lo que pasó luego en Italia, me siento afortunado de haber llegado a Uruguay a tiempo y de poder vivir esta experiencia, ya que el virus no había llegado en las primeras semanas. Por supuesto, como todo el mundo, Uruguay y yo también comenzamos a lidiar con el Covid. Ante esta emergencia, especialmente frente a muchas partidas de otros estudiantes internacionales, comenzaron a surgir preguntas sobre qué hacer: volver o quedarme. Con gran conciencia (o inconsciencia) decidí quedarme aquí, ante la incertidumbre prevalece la esperanza, el deseo de vivir esta experiencia al máximo, incluso sin saber cómo iba a evolucionar la situación.

El escenario obviamente no es el mejor, no es en el que me imaginaba de vivir. El aburrimiento, la soledad y la imposibilidad de descubrir esta realidad han dejado una gran amargura en mi boca. Sin embargo, en este momento en que parecería una locura ser positivos, me ocurrieron dos acontecimientos que me hicieron cambiar mi perspectiva. Dos eventos que nunca imaginé antes de irme. El primero fue haber descubierto que mi hermana mayor está esperando su primer hijo. Finalmente, en un escenario de muerte y enfermedad que viven Italia y mis seres queridos, una gran luz, un signo de renacimiento. El segundo, que me parece aún más absurdo conociéndome, es haber recomenzado la Escuela de comunidad después de varios años. Este acontecimiento me hace reír: comenzar un gesto como este en el otro lado del mundo con completos extraños y, mayormente, adultos. Este evento inesperado me ha redimido de mi condición de aburrimiento y pasividad, llevándome a preguntarme por qué este acercamiento con la comunidad y, sobre todo, con una comunidad que no es la mía, la que nunca he experimentado.

Tras la invitación de un amigo a participar en la Escuela de comunidad, encontré una atracción, no en el gesto en sí, sino en las caras que vi en la pantalla del PC. Caras desconocidas pero inmediatamente amigas. Este evento me sorprende, esta atracción por seguir a estas personas me hace sentir vivo y agradecido, aunque no puedo disfrutar esta vida sudamericana como me hubiera imaginado. Seamos realistas, en mi vida cotidiana nada ha cambiado en la práctica: clases online, tesis, cocina, películas, repitiendo todo esto cada dia. Pero debo admitir que, incluso en esta situación en la que vivo –que seguramente es tan incomparable como otras que se viven en Europa, todavía tengo el lujo de poder salir cuando quiero–, siento que hay algo atractivo, algo que me mantiene despierto, algo y alguien que me hacen reflexionar. Honestamente, no tengo el coraje de nombrar esta atracción, no sé si es la misma que Juan y Andrés vieron y siguieron, pero sé que está presente en mi vida, también aquí en Uruguay, incluso en este período de cuarentena.
Davide, Montevideo (Uruguay)