«Cambiado por una preferencia»

Un técnico llega a casa para la instalación de internet. Puedes mirarlo, como siempre, con prejuicio, pendiente de que trabaje y no robe. O puedes darte cuenta de algo «mucho más correspondiente para mí y para aquel hombre»

El fin de semana pasado vino un técnico telefónico a casa para instalar una conexión a internet mejor, debido a las necesidades que han surgido estos días.

Normalmente no veo con buenos ojos que venga alguien a trabajar en mi casa y siempre estoy pendiente de lo que hacen, si lo hacen bien o no, y con cierto miedo a que en un momento de distracción mío puedan robar algo.

Pero la tarea resultó más complicada de lo previsto y tuvo que andar subiendo y bajando escaleras, así que decidí sentarme a preparar el encuentro de la Fraternidad que tenía esa noche.

Mientras leía los puntos que estamos trabajando, me descubrí lleno de alegría. Todo eso era para mí, me correspondía totalmente. El técnico seguía entrando y saliendo de la habitación. En un momento dado le miré y sentí compasión. Sudaba y estaba cansado. Me levanté y le llevé un vaso de agua. Me dio las gracias y se lo bebió de un trago. Empezamos a charlar, de sus hijos, de este tiempo tan complicado, de la educación de los niños…

Entonces me di cuenta de que el prejuicio y desconfianza iniciales habían desaparecido y en ese momento sentía verdadera simpatía por él.

Más tarde, después de irse, volví al texto de la Fraternidad, feliz y sorprendido por lo que acababa de pasar. Al principio tenía una postura “reducida” ante ese hombre, pero cuando leí los Ejercicios –que son una manera muy concreta que tiene el Señor de preferirme y venir a mi encuentro, tanto en su propuesta como en su contenido– inesperadamente sucedió una novedad, una mirada nueva a la realidad que tenía delante, hasta llegar a un pequeño gesto de caridad. Algo mucho más correspondiente para mí y para aquel hombre.

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Pensando en lo que pasó, he retomado el trabajo que se nos propuso en Semana Santa y en la Escuela de comunidad, cuando habla de la “elección”, de los “hombres llamados”. Cuando me dejé llenar el corazón de la preferencia de Jesús por mí, en ese momento salió mi preferencia por aquel hombre. Eso es la misión, no como algo que tengo que hacer para estar a la altura sino porque en cierto modo era imposible no compartir con ese hombre lo que me había pasado, mediante ese pequeño gesto de atención y el deseo de entrar en relación y unidad con él.
Francisco, Lisboa