«Nadie puede responder en mi lugar»

En Belo Horizonte, Brasil, también se han cerrado las escuelas y guarderías por decreto municipal. Las normas de seguridad, la ayuda familiar, la unidad de las instituciones. Prevalece el descubrimiento de «un corazón lleno de paz y de esperanza»

En la circunstancia actual, marcada por el coronavirus, lo primero que he aprendido ha sido a vivir como nunca lo había hecho antes, en comunión con personas que viven lejos o incluso aquí en Brasil, teniéndolas más presentes. Pero sobre todo, a vivir día a día con la conciencia de que Jesús está presente y a ofrecer lo que hago por aquellos que lloran la pérdida de sus seres queridos, por las personas que sufren o están enfermas. Nunca me ha ayudado tanto vivir la Cuaresma como este año, vivirla verdaderamente como tiempo favorable para mi conversión, viviendo día a día teniendo presente al Señor, a cada persona, al pueblo de Dios.

Aquel viernes 27 de marzo todos vimos al Papa caminando bajo la lluvia, solo y en silencio, hacia el Cristo crucificado. Con este gran gesto nos dijo que debemos caminar solos hacia Él. Aun viviendo en compañía de amigos, soy yo, sois cada uno de vosotros los que respondéis ante Él, ante la realidad. El otro no responde por mí, soy yo delante de Cristo, y basta.

En esta difícil situación, es muy bonito ver, por ejemplo, la humanidad del alcalde de Belo Horizonte, Alexandre Kakil, que decretó el cierre de colegios, guarderías, universidades y restaurantes. Al día siguiente, 11 de marzo, cerramos nuestras guarderías. La mejor manera de ayudar a nuestras familias era pedirles que obedecieran la decisión del alcalde de “quedarse en casa”. Cuando los padres vinieron a recoger a sus hijos les comunicamos que al día siguiente cerraríamos indefinidamente para evitar la propagación del coronavirus, siguiendo la medida indicada por el Ministerio de Sanidad. Les insistimos en el hecho de que, siendo una circunstancia complicada, era importante respetar las normas prescritas porque ayudaban a salvar vidas, la suya y la de miles de personas.

En mi opinión, esta era la ayuda más correspondiente para nosotros y nuestras familias en ese momento. Ese mismo día las escuelas repartieron como pudieron una cesta de alimentos entre las familias más necesitadas. Nuestro alcalde organizó con inteligencia el reparto de cestas a todas las familias inscritas en la guardería, pero no solo para las más necesitadas, de modo que cada una de ellas podía acercarse al supermercado más cercano para recibir directamente su ayuda. Ha sido muy bonito ver cómo todos los supermercados se veían implicados en el reparto de alimentos.

Me conmueve cómo aflora la humanidad, la solidaridad, la unidad, la disponibilidad de la gente, el cambio de cada uno, la creatividad de lo que se transmite a través de historias e iniciativas… Pero también me conmueve ver la unidad entre el ayuntamiento y el Estado dentro del drama que estamos viviendo.

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Con sorpresa, me doy cuenta de que mi corazón está en paz y lleno de esperanza, incluso dentro del drama en que estamos inmersos.
Rosetta, Belo Horizonte (Brasil)