El nuevo hospital en el recinto ferial de Milán

«La última palabra sobre lo que sucede»

Paolo también está en primera línea de la emergencia, al frente de una empresa de mantenimiento de aparatos médicos. Pero el trabajo sin pausa no le impide descubrir que «hay algo más grande que nuestro miedo»

Soy delegado de administración en una empresa de Milán dedicada al mantenimiento de aparatos médicos que se usan en los hospitales y, por tanto, también con los enfermos de coronavirus. Cuando estalló la emergencia, entre nuestros técnicos que trabajan a diario en las plantas, concretamente en Lombardía, enseguida surgió la preocupación por su salud y al mismo tiempo por poder garantizar que las instalaciones sanitarias pudieran seguir funcionando.

Al empezar la crisis decidí crear un chat por whatsapp con todos los empleados, para poder darles, aparte de información técnica y protocolos de protección en el trabajo, también apoyo moral. En el primer mensaje les dije que creaba el grupo no tanto como jefe sino más bien como padre de familia preocupado por el bien de sus hijos.

La semana pasada hable con un encargado de la Región de Lombardía que me pidió ayuda para abrir un nuevo hospital en el recinto ferial de Milán, probando todos los aparatos médicos. Era un trabajo inmenso, que implicaba riesgos para la salud de los técnicos. Estuve tentado de decirle que no. Todos estaban ya desbordados con el trabajo d estos días, en turnos de doce horas sin pausa. Pero primero decidí consultarlo con ellos. En treinta segundos todos me respondieron que debíamos aceptar y que estaban dispuestos a trabajar incluso sábados y domingos. Aquel fin de semana habían trabajado doce de ellos, sin descanso. Los más entusiastas eran los jóvenes.

El viernes anterior, mientras estaba solo en el despacho preparando el material para las pruebas, decidido a no perderme el momento de oración con el Papa, me llegó un mensaje de una compañera a la que definiría como “poco practicante”. «Te lo digo a ti porque sé que puedes entenderlo y que sabes la importancia que tiene. Conéctate por streaming. El Papa concede la indulgencia plenaria, aparte de rezar por este momento tan dramático». Qué regalo poder hacer memoria de la presencia de Cristo gracias a una persona que ni siquiera va a la iglesia. Luego, otro que trabaja en el hospital del recinto ferial me escribió una noche: «Me gustaría no cobrar las jornadas de ayer y hoy. ¿Es posible? Este trabajo es una ayuda para las personas enfermas y para las instalaciones con problemas». Le respondí que le pagaría y que luego él decidiera libremente qué hacer con él. «No, de verdad –me dijo–. Prefiero que decidas tú qué hacer con él, para qué puede ser más útil».

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Otro amigo de Caserta con el que trabajo, también “poco practicante”, al que escribí un domingo que pasé por una iglesia para rezar, me respondió así: «Esta mañana yo también he ido a rezar, tengo la iglesia enfrente de casa y hacía mucho que no entraba. Espero que esta masacre acabe pronto». ¿Qué puede mover a la gente de esta manera aparte del hecho de haber encontrado a alguien que intente mostrarles que lo que está pasando no puede tener la última palabra? Hay algo más grande que nuestros miedos e incluso que nuestros deseos. Por eso vale la pena vivir, y hasta correr el riesgo de morir.
Paolo, Milán