«Esa pregunta que nunca habría imaginado»

Las circunstancias hacen que la vida cambie por completo. Entonces aparece el verdadero desafío: abrazar la propia humanidad, y no una serie de definiciones…

Últimamente recuerdo un encuentro en el que participé hace tiempo en Maculís, El Salvador, con algunos amigos de las comunidades de los países centroamericanos. Para mí fue muy significativo. Julián de la Morena (responsable de CL en América Latina, ndr), en un momento dado nos ayudó a tener una actitud más verdadera. Ante los diversos relatos que mostraban la humanidad diferente que solemos vivir en la experiencia del movimiento, nos invitaba a interceptar la pregunta que esos hechos despertaban. Enseguida pensé: «Ante momentos y personas así, solo puedo decir: “Eres Tú, Señor”». Pero agradecí profundamente cuando él fue más a fondo y me ayudó a entender que, viviendo intensamente estas experiencias, se despierta una pregunta, no una definición: «¿Quién eres tú?».

Ahora, al encontrarme de repente teniendo que cambiar todas las rutinas de mi vida, se pone de manifiesto, más de lo que podía esperar, un malestar que muestra la lejanía del MisterioLa carta de Julián Carrón del 12 de marzo me devolvió el verdadero desafío: ser humano, abrazar mi humanidad, mis miedos y debilidades, dejarme sorprender por quien vive más intensamente y desear seguir a esas personas, que se convierten así en autoridad para mí. Ahora veo cómo los días se llenan de testimonios significativos que dialogan con mi corazón, con la conciencia de mi debilidad e incapacidad, y me permiten volver a ponerme delante de las circunstancias mirándolas con el deseo de descubrir lo que el Misterio me está diciendo personalmente… ¡Esta es la compañía! Ver a otro que vive así, que me arranca de la nada en la que siempre tiendo a hundirme.

LEE TAMBIÉN – «Todos los días me dice: “no temas”»

Creo que también necesitamos ayudarnos mutuamente, no solo contándonos lo que estamos viviendo sino prestando atención a los que viven esta relación vertiginosa con Dios, convirtiéndose en autoridad. Porque delante de estas personas uno se descubre preguntándose, sin haberlo imaginado antes: «¿Quién eres tú, oh Cristo?», reconociendo una correspondencia que va más allá de lo que ya conoce y volviendo a quedar fascinado de nuevo.
Giovanni, Florencia