«¿Qué me falta estando en casa?»

Las medidas restrictivas han llegado también a Uganda. Con la universidad parada y los exámenes “aparcados”, vía libre a internet y al relax, «una situación casi perfecta», pensaba Marvin. «Hasta que su corazón se puso a gritar...»

Cuando cerraron la universidad, ese fin de semana tenía que preparar los exámenes, así que lo celebré como si mi equipo de fútbol hubiera ganado una copa. Estaba feliz, me libraba de los exámenes al menos durante un mes: estupendo, pensaba, en medio de la crisis.

Llevo unos días en casa. Lo único que hago son trabajos domésticos, que no me cuestan mucho. El resto del tiempo me relajo, me relajo, me relajo y me relajo. Entro en internet, veo películas, puedo ver todos los canales que quiera, tengo tiempo para hablar por Skype con mis amigos de España e Italia… Podría ser una situación casi perfecta en ciertos aspectos, salvo que no puedo salir. Y eso me ha ayudado un poco a no distraerme, porque de otra manera me habría pasado el día entero jugando al fútbol.

En medio de todo esto, he empezado a sentir un vacío, una especie de soledad. Ninguna de todas estas cosas que hago era suficiente para mi corazón. Mi corazón ha empezado a gritar, grita ahora por el significado de las cosas.

Ahora me resulta evidente que no se trata de esquivar los exámenes ni de vivir de una manera ideal. Todo eso lo tengo, pero estoy más inquieto que antes. Es como si tuviera todo el tiempo del mundo para mirar lo más hondo de mi corazón. No es una cuestión que afecte a la realidad que tengo delante sino a mi corazón. Mi corazón está buscando constantemente el sentido de mi vida. Algo que dé valor a todas las cosas que hago.
Marvin, Kampala (Uganda)