Argentina. Las circunstancias son nuestra vocación

Al leer en la carta de Carrón que se suspendían los Ejercicios de la Fraternidad, el trabajo de la secretaría del movimiento empezó a tambalearse. Una llamada a sus compañeras italianas le permitió empezar a mirar de frente la realidad

Desde hace un tiempo venía viendo lo que estaba sucediendo en relación con el coronavirus en el mundo y en Italia en particular, pero cuando sucedió que se comenzaron a suspender nuestros gestos y, principalmente, los Ejercicios de la Fraternidad –que son un gesto esencial de la vida del movimiento– por primera vez tomé conciencia de la dimensión del problema y me dio mucho miedo. Porque comencé a pensar en mi mamá, en los amigos, me preguntaba: ¿y ahora qué va a pasar?

Fue un instante darme cuenta de la nada que somos, que puede venir cualquier cosa y llevarte la vida por delante sin que puedas hacer nada, somos necesidad absoluta. Entonces me comenzaron a surgir preguntas: ¿a qué estoy llamada yo en un momento así?, ¿cuál es mi tarea y cómo estar atenta a estos nuevos signos desde la responsabilidad que tengo en la secretaría del movimiento en mi país?, ¿cómo estar atenta a esta nueva realidad que se presenta? Así que escribí a las amigas italianas que hacen el mismo trabajo que yo porque quería hablar con ellas, quería saber cómo estaban viviendo allá esta situación y cómo estaban ellas.

Antes que nada, les aclaré que no esperaba una fórmula, pero que tenía necesidad de hablar con ellas, de que me contaran su experiencia y me ayudaran a mirar esta nueva realidad, también porque justo ese día, luego de que suspendieran todos los gestos, pasé por el gimnasio –que es uno de mis ámbitos sociales– para preguntar por las medidas de prevención que pensaban tomar y algunas personas me tomaron por paranoica solo por preguntar. Me sorprendí no tanto enojada sino con pena y angustia por ver esta gran dificultad para mirar la realidad tal cual es (dificultad de la cual no me siento exenta) y tener una imagen sobre cómo deberían ser las cosas, hasta el punto de no aceptar otras reglas más que las propias. El rechazo de pensar en no poder besarse, abrazarse, fue un punto de agresión sobre mi persona, me decían: «es imposible vivir así» y me daba cuenta de que el virus no es solo una enfermedad sino que saca a la luz cómo estamos, nuestra gran dificultad para mirar las cosas y cómo miramos al otro según nuestra “imagen afectiva” que puede ser mortal para el otro, porque yo también puedo ser portadora, puedo hacer mal a otro.

Cuando vi a mis amigas italianas, lo primero que me impactó es que estaban muy enteras, eran la evidencia de dos personas que viven una Presencia en el drama del encierro. Un ejemplo banal fue que cuando las vi, me di cuenta de que yo estaba despeinada y les pedí disculpas, una de ellas me dijo que hacía un mes que no iba a la peluquería y me mostraba sonriente su cabello, como si fuese una situación familiar, como amigada con la realidad.
Me comenzaron a contar cómo viven este tiempo con los medios de comunicación disponibles debido al aislamiento, cómo la compañía se ha vuelto esencial en las relaciones, los temas de los que hablan, las dificultades y esperanzas que comparten.

Lo primero que me dijeron es que nuestro camino es educativo y que, principalmente, a lo que nos invita don Giussani es a vivir intensamente lo real, que ser responsables es mirar la realidad como es, respondiendo en este caso a las indicaciones básicas de nuestro cuidado. En este tiempo han tenido que hacer cambios en la modalidad de trabajo a distancia, que está siendo una ocasión para ser más creativos en las tareas. Les pregunté qué significa vivir este miedo, cómo no tener miedo, en referencia a cómo Carrón habla del temor en su carta. Me respondieron que no tener miedo no es ser un inconsciente, porque el miedo es una herramienta. Me contaba, por ejemplo, que muchos le fueron a plantear a Carrón que «si no tenemos que tener miedo, podemos seguir haciendo las cosas normales», y Julián vio que era necesario retomar las razones de los gestos con una mayor conciencia y de ahí sus palabras en la carta que envió a todo el movimiento. Me dijeron que mi tarea principal es ayudar a mirar la nueva realidad que tenemos delante. De hecho, ese día –principalmente después de la carta–, muchos comenzaron a escribirme haciendo consultas como: ¿hacemos el retiro en tal comunidad o no?, ¿hacemos escuela o no?, ¿preparamos los cantos del Vía Crucis? Y de esta forma me daba cuenta de que ayudarnos a mirar las circunstancias, a secundarlas, es una gran tarea de la que nace una gran compañía.

En el diálogo con estas amigas, me daba cuenta de cómo las cartas que nos ha enviado Carrón desde enero han sido de gran ayuda. Poner de nuevo ante nuestros ojos el tema de la virginidad en esta situación es esencial. Me pasó, por ejemplo, que a algunos amigos les sentó mal por mi reacción cuando les sugerí distancia, higiene, etc., pero yo les decía: «mira que yo te quiero más así, no te quiero menos. Porque quiero que estés bien», y misteriosamente sus ojos se iluminaban. Es verdad que una mirada así corresponde más al corazón.

La pregunta que nos hace Carrón este tiempo sobre cómo salir de la nada me la hago todo el tiempo. Desde que recuerdo, para mí es un juicio claro que la realidad es nuestra aliada, pero me he sorprendido tanto descubriendo esta dificultad para ver la realidad sin nuestras imágenes preconcebidas que me doy cuenta de que se necesita el significado de la realidad; si no acontece esta Presencia, es muy difícil poder abrazar la realidad como es.
Lo último que me conmovió y envalentonó es cómo termina la carta de Carrón: «¡Acompañémonos y dejémonos desafiar por los tiempos que vivimos, para no perder la ocasión que el Misterio ha preparado para nosotros!». Al leerlo, me decía: «el Misterio preparó esto también para mí». Yo tengo la experiencia y la certeza de que es un Misterio bueno en mi vida.
Viviana, Buenos Aires (Argentina)