Una pregunta en medio del caos: «¿Pero tú quién eres?»

Ella es enfermera, ahora trabaja con varios pacientes que han dado positivo en la prueba del Covid19. Una mujer le grita por teléfono, un sacerdote anciano llega aterrorizado. Dos episodios en los que «Cristo me pregunta: “¿Tienes miedo? ¿Te fías de mí?”»

Soy enfermera y trabajo en un hospital con pacientes afectados por el coronavirus. Cuento dos episodios que han tenido lugar en mi entorno laboral, en los que es como si Cristo me hubiera dirigido la pregunta: «¿Tienes miedo? ¿Te fías de mí?». Y como si, nada más decirle sí, Él volviera a mostrarse despertando en mi la pregunta del Evangelio: «¿Pero Tú quién eres?».

Estaba haciendo mi turno y sonó el teléfono. Una mujer llorando gritaba porque su marido está ingresado y, en el traslado de un hospital al otro, le habían perdido su cargador de teléfono y ahora ya no podía comunicarse con él. Le pregunté cómo podía ayudarla y llamé por el interfono a la habitación de su marido mientras tenía a la mujer al teléfono. Yo hacía de intermediaria… Se intercambiaron felicitaciones por su aniversario de boda, se reiteraron su amor, se calmaron mutuamente diciendo al otro que estaban bien y se despidieron.

Una pequeña gota en el caos de la planta. Me parecía que no había hecho nada, de hecho me aterroriza que alguien me grite, pero el grito de aquella mujer se convirtió para mí en una llamada de Cristo. De esa conciencia me vienen las fuerzas, no de mi capacidad. Cuando iba a despedirme de la mujer, diciéndole que tenía que dejarla, ella me preguntó: «¿Pero usted quién es?». Yo respondí: «Una enfermera». Ella insistió: «No, perdone pero dígame quién es». Entonces le dije mi nombre y ella me contestó: «No sé si usted se da cuenta de lo que ha hecho. Que Dios la bendiga. Usted será una enfermera, pero sobre todo es una santa». Le recordé que debía respetar el aislamiento, que pronto su marido volvería a tener disponible el teléfono y le di las gracias.

Otro episodio se refiere a un paciente que ha muerto. Le recibimos en la planta una noche. Fue el primer paciente positivo de coronavirus al que atendí, un hombre de 75 años. Durante unos días tuvimos unas conversaciones muy profundas, hasta que llegó el momento en que tuve que decidir pasarle a paliativos. Él estaba angustiado, así que le pregunté si quería recibir la unción de enfermos. Llegó un sacerdote anciano, que por tanto estaba aterrorizado y no se atrevía a entrar por miedo al virus. Decía que no podía darle el sacramento al paciente porque estaba dormido. Yo, poco a poco, le vestí con el atuendo establecido, luego me preparé yo y entramos juntos en la zona de aislamiento. Rezamos todos juntos. El sacerdote estaba conmovido. Al salir, le ayudé a desvestirse y, mientras lo hacía, me preguntó: «¿Pero quién es usted? Dígame quién es». Y me dio la bendición. Le dije que soy Memor Domini.

Estos hechos abren de par en par mi corazón. Reabren la pregunta sobre quién soy… quién es Cristo para mí, al que no veo pero que es el único que me permite vivir siendo yo misma, sobre todo en momentos tan especiales como este, cuando te descubres siendo objeto de la misma pregunta que tú le haces a Él: «¿Pero tú quién eres?». Me siento objeto de una gracia y un amor infinitos.
Carta firmada