Mi nueva vida (también) gracias a esta circunstancia

Volver a lo esencial, rezar y seguir –como se puede– los gestos indicados por el movimiento. Efrem cuenta cómo y por qué se puede vivir “el ciento por uno aquí abajo" hasta encerrado en casa

Este periodo se insinúa en un camino que llevo un tiempo afrontando, varias semanas si no meses. Poco antes de que llegara la alarma por la epidemia, estaba empezando a entender lo importante que es hacer un camino personal y la necesidad de construir sólidos fundamentos que permitan afrontar todo lo que puede pasar en la vida.

Cuando empezó la emergencia, entendí lo importante que era afrontar seriamente lo que pasaba, que podía ser una ocasión. Una novedad para mí, porque siempre he necesitado tenerlo todo bajo control.
Afrontar estas jornadas ya se está convirtiendo, poco a poco, en una nueva normalidad, pero hay algunos factores que me están ayudando especialmente en el día a día.

Ante todo, ir a lo esencial. Me doy cuenta de que en esta situación hay que permanecer en casa, no puedo ir trabajar (trabajo desde casa), todo lo que vivía antes ahora se relativiza y empiezo a entender qué es lo realmente importante. Empiezo a ver la relación con mi mujer como un núcleo fundamental en mi vida. Antes, con los hijos, las urgencias y las tareas, llegó a convertirse en una relación que daba por descontada, donde ya no había necesidad de ir hasta el fondo. En cambio, ahora siento la necesidad de ponerme delante de ella y empezar juntos un diálogo de confrontación, hasta el punto de que le he pedido que empecemos juntos un trabajo de retomar y comentar los documentos que están circulando, como el de los apuntes para el retiro de Cuaresma. Me doy cuenta de hasta qué punto es cierto que la primera Fraternidad es entre marido y mujer.

La oración también se ha convertido en una compañía. Desde hace tiempo, por cosas que me han pasado estos dos años, he empezado a leer todas las mañanas el Evangelio del día y a tener momentos de oración de camino al trabajo. En mis nuevas jornadas en casa, el Evangelio me sigue acompañando y deseo la comunión espiritual para afrontar las cosas con un sentido y una conciencia que no se queden en mi límite o en conseguir que salgan bien las cosas que hago. La oración tiene un nuevo sabor.

Seguir. A falta de la Escuela de comunidad, la diaconía, los encuentros con los amigos de la Fraternidad donde nos juntamos físicamente, me doy cuenta de lo importante que es seguir leyendo los artículos que se publican en la web del movimiento y las cartas que juzgan la situación que estamos atravesando. Esta nueva compañía que tengo deseo compartirla con todos.

Enzo Piccinini nos recordaba que don Giussani le decía que ofrecer es reconocer que la realidad no es tuya ni depende de ti, porque no la haces tú. Este es el deseo que se está insinuando en mi nueva vida, a pesar de mis límites y temores. Me gustaría ser un padre que sigue en pie a pesar de todo lo que está pasando y transmitir una esperanza a mis hijos, una esperanza que antes muchas veces no tenía.

¿Si esta situación es una ocasión? Solo sé que están pasando cosas en mi vida que antes eran impensables, que mi mirada está cambiando, que mi corazón está cambiando, que toda mi vida se está desplazando. Estas palabras que escribo no son palabras, las siento vivas dentro de mí y van más allá de mis limitaciones, más allá de las dificultades con los compañeros de trabajo, de las incomprensiones con mis amigos y fraternos. Para nuestra boda, mi mujer eligió como lectura del Evangelio la página en que Jesús dice que hasta los cabellos de nuestra cabeza están contados y que Dios se encarga hasta de los lirios del campo. Eligió ese pasaje con la esperanza de que yo pudiera cambiar, antes o después, y que los cálculos pudieran dejar de ser lo único que yo seguía. No sé cuánto ha rezado en estos años de matrimonio, pero empiezo a sentir esta página del Evangelio viva en mí, nota que mi vida, mi mirada, mi corazón han cambiado.

Deseo que este no sea el fin sino el inicio de un camino, que la intensidad de estas últimas dos semanas y estos últimos años no se pierda en el tiempo, sino que siga viva. Eso no será fruto de un esfuerzo sino de un seguimiento humilde, probablemente acompañado de amigos que puedan mostrar el Paraíso; he empezado a experimentar en mi vida que es posible vivir el ciento por uno aquí abajo.
Efrem, Milán