«Cuando estás sola, ¿qué es lo que de verdad te falta?»

Elena, profesora en Milán, permanece en casa por el cierre de los colegios. Relee un poema de Mario Luzi y escribe a sus amigos. «Uno se acostumbra a todo, excepto a ese grito que lleva dentro...»

Queridos amigos, esta poesía de Mario Luzi la siento cada vez más dentro:

«¿De qué es ausencia
esta ausencia,
corazón,
que de repente te llena?
¿De qué?
Desbordada la presa
te inunda y ahoga
el rebosar de tu indigencia…
Te llega, quizá te llega,
de lejos
una llamada que ahora agonizando no escuchas.
Pero existe, y custodia fuerza y canto
la música perpetua… volverá.
Serénate».

La misa, la comunión… lo que yo recibía todos los días casi sin darme cuenta… ¿Pero qué es lo que de verdad me falta?
¿Quién me falta?
Cuando estás sola, cuando la soledad parece aplastarte, cuando estás encerrado en casa como mi madre y mi padre, por seguridad, cuando «te inunda y ahoga el rebosar de tu indigencia»…
Todo parece perder fuerza, poco a poco todo se disuelve en el tran tran de la costumbre. Vivimos anestesiados para no sentir esa ausencia que grita en nuestro interior.

Lo veía estos días en que llegamos incluso a acostumbrarnos a no ir a misa, a no ir a trabajar con los niños al colegio… En el fondo, nos acostumbramos a todo. El hombre está hecho así. Se acostumbra a todo, excepto a ese grito irreductible que lleva dentro. Basta una poesía, un rostro, un amigo, para que entre algo que nos sacude y nos haga caer en la cuenta de que nada basta.
¡Quizá ya llega!
Luzi afirma que cuando “agonizas” en tu “costumbre”, no lo escuchas. ¡Pero existe! Custodia fuerza y canto, no se desvanece, pronuncia mi nombre y me hace volver a tener hambre y sed de todo, hambre y sed de él.
«Serénate». Serénate, Elena, volverá… Ya ha vuelto.
El mayor signo de que Él está es que le echo de menos.
Igual que cuando estás enamorado, la costumbre acaba paralizándote un poco. Hasta que, a lo lejos, escuchas al amado gritar dentro de tu corazón: «¡Te echo de menos!».
Elena, Milán