Silvia en Parintins, Amazonia

Brasil. Una amistad a orillas del río

Unos días de vacaciones sirven como ocasión para ir a la Amazonia a ver a unos amigos que despertaron toda su curiosidad. Todo esto es lo que Silvia se llevó a casa de su viaje a Parintins...

Mis vacaciones se están acabando y esta mañana –como un flash– me he acordado de lo que decía don Giussani sobre el uso del tiempo libre, como signo de lo que más queremos en la vida. Y me he dado cuenta de que, sin haberlo programado, los días de vacaciones habían hecho crecer mi deseo y la profundidad de mis preguntas. Como no puedo ponerme a contarlo todo, me limitaré a una pequeña parte, que me ha sorprendido por completo.

Hace casi tres años me regalaron un vuelo a Manaos y por fin lo he utilizado. Se me ocurrió aprovechar el viaje para ir hasta Parintins. La Amazonia ahora “está de moda”, pero el motivo de mi decisión se debió a varios encuentros inesperados, como con Geralda y Globery, a los que conocí en Sao Paulo en el Forum de la CdO del año pasado. Sobre todo me llamó mucho la atención él, 35 años, que llegó a Sao Paulo en chanclas, con un corazón y una sensibilidad profundísimos y muy correspondientes… ¿De dónde “nace” alguien así? Porque es amigo e “hijo” de Giuliano Frigeni (obispo de Parintins, ndr). Siguiendo esta curiosidad que me suscitó, viajé con mi madre a esta isla en medio del río Amazonas.

Los tres días que pasamos en Parintins con ellos y sus amigos fueron de una belleza e intensidad increíbles. Pude ayudarles con la organización de las vacaciones de verano del Centro educativo, cargar y conducir un kombi, limpiar, cantar, escuchar la experiencia de su vida, conocer innumerables nombres de peces y frutos, contemplar el río bajo la luna llena, escuchar el canto de los pájaros desde la canoa, cantar con niños indígenas… Todo aquello me recordaba la película de La misión. Son solo algunos de los momentos que me hicieron experimentar toda mi humanidad, de manera alegre, sencilla, plena.

Una tarde, mirando el cielo con sus nubes blancas e inmensas, me di cuenta de cuánta nostalgia de Jesús despertaba en mí la imponencia de la naturaleza y aquellos nuevos amigos. Ninguna palabra podía describir mi agradecimiento, solo el silencio parecía adecuado. Mi corazón reposa en Él.
Silvia, Sao Paulo (Brasil)


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