La belleza que hay en cada uno

Con la caritativa en la cárcel, ocho amigas han conocido a varios presos. Sus historias, sus fatigas, pero también a veces su descubrimiento de lo más profundo de sí mismos. Como le pasó a Simone, que al salir de prisión les ha escrito esta carta

Somos un grupo de ocho amigas que decidieron hacer una caritativa en la cárcel de San Vittore en Milán. Propusimos un proyecto titulado “Encuentro con la Belleza”, que resultó elegido en el pabellón de los “protegidos” (donde están los trans, los que han cometido delitos como violaciones o abuso de menores, o contra las fuerzas de seguridad…, ndr). Desde hace tres años, todos los lunes por la mañana compartimos con ellos unos momentos de gran intensidad y utilidad mutua para el camino personal de cada uno.

Vamos a su encuentro tal como somos, con nuestros caracteres y temperamentos, pero cargados del deseo de comunicar, en virtud de nuestra experiencia, una positividad, una certeza y una esperanza. Con algunos ha surgido una relación más significativa que, a veces, se mantiene incluso después del traslado de los presos. Para nuestra sorpresa, hemos descubierto que para muchos de ellos la cárcel es una experiencia dolorosa y fatigosa, sí, pero sustancialmente positiva, porque les permite, sobre todo si alguien les ayuda, mirar su vida con otros ojos. Esto nos parece que queda ampliamente documentado en esta carta que escribió Simone, un policía que estuvo un año en San Vittore a pesar de ser inocente, y que fue liberado recientemente porque se demostró que no estaba implicado en los hechos de los que le acusaban.
Emanuela, Tiziana, Anna, Claudia, Francesca, Laura, Maria Vittoria, Nicoletta

Hola, soy Simone, el policía que tuvo la suerte de conoceros durante su estancia en San Vittore. Claro que gustosamente habría prescindido de esta experiencia pero, para ser totalmente sincero, he descubierto un mundo de personas maravillosas, que llevan su sonrisa y una palabra de consuelo a este lugar, que parece olvidado de Dios. En cambio, nunca he sentido la cercanía de Dios como la sentí estando en la cárcel, para mí ha sido una gran fuerza y consuelo, y tal vez la prueba de que realmente existe. En el sufrimiento, uno se da cuenta de que dentro de nosotros tenemos un alma que se eleva más allá de nuestras miserias terrenas y que, si la escuchas, te permite afrontar cualquier prueba. Dios nos la ha donado para elevarnos más allá de nuestro cuerpo mortal, incluso encerrado dentro de una prisión. Nunca he dejado de sentirme libre porque nadie puede encerrar mi alma.

Cuando podía ayudar a algún compañero de desventuras me sentía útil y feliz. Era como volver a ser libre, porque nada hay más hermoso que poder ayudar a alguien y compartir sus sufrimientos y esperanzas. Antes mi vida, por mi profesión, siempre estaba marcada por ayudar al prójimo, pero también implicaba castigar a quien cometía algún delito, me parecía lo más natural, pero después de mi experiencia en la cárcel tal vez “Alguien” haya querido hacerme entender que mis “antagonistas” también tienen alma, miedo, esperanza y sentimientos muy profundos.

LEE TAMBIÉN – Río de Janeiro. Mirado igual que los apóstoles

Cuando me liberaron, primero para aparcarme en arresto domiciliario, la gente, mis compañeros de “galera”, lloraban, me abrazaban, me despidieron con “amor”. Entonces lo entendí. Mucha gente que he conocido en San Vittore son personas que se han equivocado pero ningún ser humano merece verse privado de la dignidad. El que se equivoca debe ser guiado, ayudado, debe sentir que es importante para la sociedad y no que es un desecho, algo que se puede tirar.

Os llevo a todas en el corazón, sois unas personas maravillosas, no recuerdo todos los nombres, pero sí recuerdo vuestro compromiso, vuestro apoyo y vuestra capacidad para ver más allá de los muros y las barreras que nos encerraban, en pocas palabras, para mostrarnos la “belleza” que hay en cada uno de nosotros.
Simone