Brasil. «En estos años he aprendido a amar»

Una llamada inesperada hace casi diez años la llevó a trabajar a São Paulo. No tardó nada en decidirse. Ya había visto una mirada que ella también quería para sí, y era el momento de verificar…

El 21 de julio de 2010 a las 14:30 horas, recibí un email de Julián de la Morena que decía: «Isa, necesito hacerte una propuesta. ¿Cuándo puedes hablar?». Al segundo pensé: ¡me voy a Brasil! Y cuando Julián me llamó se confirmó mi intuición. La respuesta fue inmediata: ¡Sí! Sentí una correspondencia total. Fue un momento de gracia.

En el fondo siempre había querido ir “de misión” pero fue con la compañía de mi amiga Belén Camacho, memor domini que falleció en 2011, donde empecé a vivir una mayor pasión por Cristo. Belén pasó ocho años luchando contra el cáncer y la pude acompañar bastante tiempo. Vivió con calma, cierta de que todo era para un bien. Siempre que podía iba a su trabajo de aparejadora en el Ayuntamiento de Madrid. Quería vivir la vocación, la relación con Cristo, a través de todo. Nunca se “escaqueaba” de nada. ¿Cómo vivir una enfermedad así? ¿Cómo vivir todo sin perder nada? ¿Cómo mirar a la muerte? ¿Qué es un memor domini? Muchas fueron mis preguntas en esos años y mi sí a la misión nació de ver su sí. Cuántos frutos nacen por la forma en que nuestros amigos viven la enfermedad.

Los voluntarios del ARAL con Julián Carrón

En estos años en Brasil, ya van para diez, he aprendido sobre todo a amar: amar al pueblo latinoamericano, amar Brasil, amar una ciudad como São Paulo de doce millones de habitantes, amar el silencio, amar la casa, amar el trabajo. Y sobre todo he aprendido a mirar este corazón que siempre grita plus ultra, amar mi propia humanidad. La falta que siento es como una lanza que me hace mendigar y estar siempre atenta. A la carrera, cayendo cien veces y levantando otras cien. Como el Coyote del Correcaminos. Creo que esta es la mejor manera de vivir la misión, mirar el propio deseo y preguntarse: ¿Quid animo satis? Una vez me preguntó un amigo: ¿de quién eres más cercano en Brasil?, ¿quién es tu mejor amigo? Y respondí inmediatamente: Cristo. Ha crecido la relación con Él, la familiaridad con Él. ¿Qué podemos comunicar si no?

Hace tiempo que soy muy amiga de una mendiga que vive dentro de un cementerio que hay al lado de mi casa. Se llama Lucía y cuando la encuentro hablamos sobre la vida, le llevo comida, ropa, a veces algún dinero para ir a casa de su hija… Es mi pequeño Bocatas de São Paulo. Bocatas, esos amigos que tanto me acompañan y me enseñan a vivir esa pasión por los hombres. Me acuerdo siempre de ellos cuando, algún sábado, voy a cocinar a una parroquia que prepara la cena para los mendigos de la ciudad, igual que hacen ellos en Madrid. La caritativa es el mejor instrumento para aprender a amar.



Entre las tareas que me toca hacer aquí está la organización del ARAL (Asamblea de responsables de CL en América Latina). Es siempre un espectáculo ver cómo viven el movimiento las personas de las comunidades más pequeñas como Cuba, Haití, Guatemala, República Dominicana. O ver a los amigos de Venezuela. Un episodio inolvidable fue cuando un año, al llegar los amigos de Cuba, en el aeropuerto reconocieron a los voluntarios que estaban esperándolos por la forma de mirar. Alejandro le dijo a su compañero: «esos chicos han venido a buscarnos». «¿Cómo lo sabes?». «¿No los reconoces? Tienen la misma cara que las personas que salen en la revista Huellas, es la misma mirada».
Por eso estoy en Brasil, por esa mirada.
Isabel, São Paulo