La ciudad de Chiclayo, al norte de Perú

Perú. «Me impactó la intensidad con la que viven»

Jessy, universitaria de Chiclayo, al norte del país, cuenta cómo ha conocido a los universitarios de CL. La vida, la amistad, el deseo de profundizar en la fe. Una descripción muy sencilla de la experiencia del movimiento

Hace dos meses empaqué y fui, con un grupo de amigos, a mi acostumbrado viaje de verano. Todos los años nos reunimos con otros estudiantes universitarios en Lima y enrumbamos a algún lugar recóndito, donde jugamos, cantamos, compartimos experiencias y oramos. Puede parecer extraño que un grupo de jóvenes se junten por iniciativa propia para hablar de su fe, pero es exactamente eso lo que ocurre con el CLU (Comunión y Liberación universitarios); en un mundo donde esto ya no tiene relevancia, ellos decidieron ir contracorriente.
Yo conocí el movimiento a través de Milagros, una amiga del colegio. Sus padres son muy religiosos, los míos no tanto. Pero cuando su mamá nos invitó a pertenecer al movimiento, mis padres no lo dudaron, pues les pareció algo bueno para mí. Antes no vivía mi fe, solo iba a misa de vez en cuando. Lo veía más como una obligación; como algo que debía hacer para ser buena, pero fuera de eso no me aportaba nada.

Cuando conocí a los chicos de CLU me encontré con jóvenes normales. Gustan de divertirse, salir a comer y tomar el autobús para ahorrarse algunas monedas. Típicos universitarios. Pero lo que me impactó de ellos fue la intensidad con la que viven. No le temen a la realidad sino que se implican en ella y buscan el encuentro con Cristo en sus experiencias, a través de las personas y las circunstancias. Para ellos la fe no es cosa de un domingo en misa, sino un día a día. El movimiento me hizo entender lo que significa para mi vida la fe en Cristo. Ya no es un hecho en la historia, sino que corresponde a los deseos de mi humanidad, porque Él está aquí y el ahora.

En el CLU hacemos Escuela de comunidad una vez a la semana. Allí leemos textos de Luigi Giussani, sacerdote fundador del movimiento. Se lanza una pregunta, y luego intervenimos contando alguna experiencia en la que hayamos reconocido la gracia de Cristo. En la Escuela de comunidad también surge una bonita amistad. Compartir nuestras experiencias nos acerca a los otros y mis amigos se han vuelto para mí una compañía que me ayuda a perseverar en la fe. Ese es justamente el método de Comunión y Liberación para educar en la fe, a través de la amistad. Se parte de la premisa de que el cristianismo no se asimila por doctrinas o tradiciones sino por la experiencia que acontece a la persona. Nadie puede entender completamente la realidad si no vive en ella.
En el CLU el entusiasmo se contagia. Aunque hay un sacerdote diocesano, que es el encargado del movimiento a nivel nacional, son los chicos quienes se organizan, para hacer las escuelas y todas las actividades propias del movimiento, a las que llaman “gestos”. Los más importantes son los Ejercicios espirituales, la caritativa y las vacaciones comunitarias.

Ese año, Milagros y yo nos tomamos más en serio las cosas y comenzamos a hacer la Escuela de comunidad. Además se nos unió Luis, un compañero de carrera, quien al inicio casi no asistía, pero luego se volvió el más comprometido. Los tres acabamos estando muy unidos.
Giovanni nos acompañó hasta 2016. A fines de julio tuvo que regresar a Italia. Eso nos entristeció porque íbamos a extrañar sus chistes y ocurrencias, y nos preocupaba cómo sería la vida del movimiento en adelante. Sin embargo las vacaciones del año siguiente superarían nuestras expectativas. En las vacaciones comunitarias de Chiuchin en 2017 había menos gente que otros años. Giovanni no estaba, pero tuvimos al padre Miguel, a quien ya conocíamos. Era otra persona, pero el fin era el mismo. Además, los juegos y cantos nos hicieron sentir que estábamos en el lugar correcto.
Giovanni nos había enseñado mucho, pero comprendimos que no debemos quedarnos solo con la amistad, sino con lo que esta nos transmite. Porque los amigos pueden irse pero nuestra necesidad de Cristo es la misma.
El movimiento me ha ayudado a madurar, no solo en la fe, sino como persona. Me ha permitido ver la realidad con nuevos ojos, y reconocerme necesitada de Cristo. Quiero ser para otros esa compañía a través de la cual conozcan a Cristo. Como en CL lo fueron conmigo.
Jessy, Chiclayo (Perú)