Un momento de juegos.

Vacaciones. Desear la Luna

450 jóvenes trabajadores en Marilleva con Giorgio Vittadini, cada uno con su historia. Algunos por primera vez en unas vacaciones de CL. Para descubrir cuál es el “ingrediente secreto” de una vida tan especial

Cristina, una mujer de mediana edad, interviene en la asamblea final de las vacaciones de la Escuela de comunidad de Giorgio Vittadini diciendo que, a pesar de encontrarse con gente desconocida, cada uno de los gestos la ha hecho llorar, la ha conmovido, ha sido ocasión de una belleza encarnada: «Me he sentido parte de un todo». Cuando estudiaba en la universidad, tenía varios prejuicios con CL, pero luego se encontró con que algunos de sus compañeros eran del movimiento, y una de ellos la invitó a las vacaciones.

¿Qué pasó para que Cristiana quedara tan conmovida en unas vacaciones con 450 desconocidos? “El camino a la verdad es una experiencia”, lema de las vacaciones, es una afirmación que fue tomando cuerpo en varias personas concretas de estos 450, en su mayoría jóvenes y respondiendo cada uno a una llamada personal. Giacomo, Marco, Giulia y Sara contaron a todos su experiencia laboral: un doctorando en Economía, un empresario digital, un abogado y un artista que propone proyectos de arte en varios contextos sociales. Con historias totalmente distintas, mostraron cómo es posible desear lo imposible, como decía Sara citando a Camus, igual que su Calígula desea la Luna.



Se puede crear una organización no lucrativa con el objetivo de dar a conocer a través del arte la belleza de las cosas, como un proyecto en la cárcel de Monza, gracias al cual los presos, creando elementos decorativos para los muros de la prisión, han descubierto que son capaces de generar belleza y sentir un sincero afecto hacia su propio trabajo, hacia su propia obra, como contó Giulia. Para Marco, eso supuso correr el riesgo de abrir una empresa con sus amigos, construir algo nuevo, algo que le ofrecía un gran respiro. Para Sara, significaba sencillamente intuir que lo que necesitaba, tanto en casa como en su trabajo, era hacer un camino humano, en el que no tenía que censurar nada de sí misma porque «tanto la realidad como yo misma somos puntos de descubrimientos inagotables». El mayor descubrimiento ha sido para ella el de ser elegidos, la conciencia de estar hecha para un amor más grande, pero eso pasa por circunstancias muy concretas, particulares, carnales y también fatigosas, como las de todos los días.

Que sea posible «desear la luna» se hizo evidente para todos con el relato de Giuseppe, un joven ingeniero que, después de su boda, tuvo que trasladarse de manera imprevista por motivos de trabajo hasta Finlandia con su mujer, Claudia. En un país donde no se ve el sol durante semanas. Beppe enseñó una foto de su empresa: un almacén junto a un lago perennemente helado al lado de un bosque. Con la dificultad añadida de que su mujer no encontraba trabajo. Todo ello les llevó a pedir ayuda y a desear más de todo lo que sucedía. Empezaron a invitar a gente a casa, y así conocieron a Rosy, una Memor Domini que abrió una hipótesis positiva en el deseo de Claudia de encontrar un camino en esta nueva situación… generando así una vida inimaginable y un montón de preguntas. «La realidad solo es enemiga si se reduce a una idea», dijo Beppe. La conciencia de la propia desproporción respecto a los hechos que suceden es para todos el comienzo de un camino.



A partir de la profunda necesidad de cada uno y del deseo de decir «sí», cada uno se puso en marcha a su manera. Con preguntas y deseos que estallaron en unos que idearon una original presentación de Los coros de “La Piedra” de T.S. Eliot, con videos, cantos, imágenes. Otros organizaron las excursiones por la montaña, los momentos de cantos, una velada sobre Eliot y una fiesta final. Personas con caracteres y sensibilidades muy distintas, a veces casi desconocidos entre sí. Jóvenes trabajadores que dedicaron libremente su tiempo y su capacidad para preparar un pedazo de este gesto de vacaciones, en último término por agradecimiento a una comunidad cuyos frutos exceden siempre la suma de individualidades, más allá de sus límites y capacidades.
Hasta reconocer, en la asamblea final, que el ingrediente secreto de una compañía así, igual que en el cristianismo, es «Aquel que está entre nosotros», y que actuó de manera tan potente esos días. Así, la vuelta al trabajo diario ya no da miedo, por la certeza y gratitud de estar en un camino entusiasmante, con todo por verificar en la experiencia personal de cada uno.
Elisabetta