Monseñor Matteo Zuppi impone las manos a Giovanni Mosciatti

El obispo, su banda y su pueblo

La llegada de monseñor Mosciatti a Imola. Los primeros momentos con él, la unidad entre las diversas realidades diocesanas para preparar la misa. Y una fiesta inolvidable... «¿Con quién se ha encontrado este hombre para ser así?»

Nada más enterarnos del nombramiento episcopal en Imola de Giovanni Mosciatti, nos surgió un agradecimiento por el don que se nos estaba haciendo. Animados por el deseo de verle, desde el primer momento nos dimos cuenta del tipo de humanidad que teníamos delante: una persona alegre, cierta, irónica, alimentada por un inmenso amor al movimiento y a la Iglesia. Y luego una pasión irrefrenable por la música, la trompeta y la guitarra especialmente, medios que le han servido para conocer al Señor.

Al llegar a Sassoferrato (donde era párroco de San Facondino hasta hace unas semanas) para conocerle personalmente, nos llamó la atención el amor y paternidad con que trataba a su gente. Esa noche una mujer se nos acercó con lágrimas en los ojos y nos confesó: «No os dais cuenta de la gracia que os ha alcanzado».
De vuelta a casa, nos pusimos a trabajar con el vicario general y algunos miembros del Comité de Agregaciones Laicales para preparar la ceremonia y la fiesta prevista en los jardines de la Rocca Sforzesca, lugar emblemático en Imola.

Organizar toda la jornada de la ordenación supuso desde el principio una ocasión de unidad entre los diversos movimientos y asociaciones diocesanas. La unidad se impuso inmediatamente porque el objetivo estaba claro: acoger al nuevo obispo. Muchas veces nos dedicamos a esforzarnos con encontrar un punto de contacto entre realidades distintas, pero por el contrario en este camino se hizo evidente la voluntad de acoger a nuestro pastor sencillamente porque es de todos. Es verdad que su formación educativa está sensiblemente marcada por su encuentro con Luigi Giussani y Enzo Piccinini, como recordó en su saludo al terminar la misa, pero ha llegado a Imola para guiar a todo el pueblo de Dios: scout, Acción Católica, Comunión y Liberación… quien sea. Porque solo cuando uno está seguro de su pertenencia, de su abrazo, puede ser realmente para todos.

Monseñor Mosciatti tocando la trompa

Llegó el día de su toma de posesión, el 13 de julio, con casi dos mil personas llegadas de todas partes, ocho autobuses y multitud de coches de la región de las Marcas. También amigos de Perugia (donde acompañaba a los universitarios del CLU), Estados Unidos y una veintena de obispos que participaron en la liturgia.
La catedral de San Cassiano estaba abarrotada pero reinaba el orden. Fuera se instaló una pantalla gigante para la ocasión, donde la gente seguía la ceremonia atenta y conmovida. Había un gran silencio, colmado por la intensidad de lo que estaba sucediendo.

La homilía del arzobispo de Bolonia, Matteo Zuppi, subrayó la gran tarea que le espera a don Giovanni. «Exhorta con tu ejemplo a la comunidad y sé entusiasta ante los hombres. La simpatía es la primera forma de regalar el amor que Dios ha puesto en nuestro corazón». Y añadió: «Que el buen humor no te falte y te mantenga alejado de una pomposidad arrogante que no conviene dejar que se acerque».
Ya como obispo, salió de la catedral para recibir el afecto de todo el pueblo imolés que se congregaba fuera. Al volver al altar, abrazó a su anciana madre, que no dejó de llorar en todo momento. Las mismas lágrimas de alegría que empaparon el rostro de muchos de sus amigos que viajaron hasta Imola por él.
Por la noche, en el parque de la Rocca, hubo una gran fiesta, con su banda, con la trompeta y la guitarra, y con un pueblo cantando y bailando porque había un gran motivo que festejar.



Será difícil olvidar esa jornada, estamos tan contentos que no podemos dejar de contársela a los que no estaban. En un momento dado mirábamos a nuestro alrededor y nos preguntábamos: «¿pero todo esto es verdad?», tal era nuestro estupor y conmoción ante lo que estaba pasando. No porque tengamos un “obispo rockero”, como le llaman muchos, sino por el vínculo que se ha generado de manera inmediata entre el pastor y sus pueblo.

En la página web del periódico Nuovo Diario una chica de Imola escribió este comentario: «Desde este primer encuentro con el obispo me llevo una pregunta a casa… ¿con quién se ha encontrado este hombre para ser así?». La Iglesia actual necesita cada vez más religiosos y laicos que testimonien la belleza de ser cristianos.
El sábado 13 de julio se vio de manera límpida esta belleza de la fe, la personalidad de un hombre alegre y agradecido, que nace de su encuentro con la Iglesia. Damos gracias porque del carisma de don Giussani puedan nacer personas como don Giovanni. Y damos gracias porque, a pesar de nuestra continua distracción, la Historia que hemos encontrado nos permite vivir cada vez con más certeza y alegría, como decía la última canción interpretada por la banda del obispo: «¡cuán grande es Dios, cuán grande es nuestra vida!».
Salvio Santandrea