Una presencia que vence al miedo

El shock por la enfermedad del padre, y una temporada a su lado en el hospital: la relación con los demás pacientes, la oración silenciosa, la compañía de los amigos, la Escuela de comunidad…

Siempre me he considerado una persona miedosa. No todo me da miedo, pero especialmente temo a la muerte. En 2018 había una frase que me martilleaba constantemente: «Que la fe nos haga dóciles a tu designio, esperando contra toda esperanza en tu Hijo Jesucristo, que venció a la muerte», tomada de la oración de vísperas del viernes.
A principios de marzo, mi padre, que sufre demencia desde hace ocho años, se rompió el fémur. Fue un shock, mi imaginación se desató y me llevó hasta los pensamientos más oscuros. Me sentía agotado y sin fuerzas. Vivo muy lejos de él, pero fui hasta allí con el coche de mi mujer para hacerle compañía mientras estuvo ingresado. Pasé quince días en la planta de un hospital público, con otras 14 camas.

Escribo esto porque, de hecho, ahora que todo eso ha pasado, me doy cuenta de que ha sido la manera en que Dios ha respondido a muchas de mis preguntas. Ha sido liberador convivir cotidianamente con la muerte, sentirme conmovido e implicado en la vida de los demás pacientes y sus familiares, reconociendo el amor de Dios hacia mí y hacia mi padre, porque me permitió estar a su lado dando gracias por el don de su vida –¡y de la mía!–, y porque he podido hacer experiencia de lo que significa la oración sin palabras, estando sencillamente al lado de aquel que, en ese momento, era la forma en que Cristo había decidido mostrarse ante mí. En todo momento estaba presente la compañía de mis amigos, el camino que estamos haciendo en la Escuela de comunidad –no confundir el signo con la apariencia– y esto me daba mucha fuerza y me ponía en una “posición humanamente imposible”.

Mi padre, una vez superada la intervención, está ahora convaleciente en casa, y yo, con la ayuda constante de mis amigos, estoy más disponible para acompañar, en este último periodo de su vida, a aquel que me dio la vida a través de Otro, venciendo así el miedo, gracias a la certeza de una Presencia.
Carta firmada