Lisboa

Lisboa. Cuando la crisis pasa por un buen desayuno

Una empresa con problemas. Puedes seguir las indicaciones de los “expertos”, con despidos, cierre y cambio de nombre. O puedes dar crédito a los que, tomando un café, abren una perspectiva más interesante

Soy empresario y padre de cinco hijos. Vivo a casi una hora en coche de Lisboa. Todos los días llevo a mis hijos a la ciudad, donde van a una escuela que nació hace años por iniciativa de algunos del movimiento cuya propuesta educativa nos fascinó a mi mujer y a mí desde el primer momento. Luego, otra hora de regreso para ir a trabajar. Pero antes de ponerme en marcha, paro un momento a tomar café y hablar un poco de todo, también de trabajo, con otros padres del movimiento.

Heredé una empresa de exportaciones en la época de la crisis mundial de 2008. Con grandes dificultades, la compañía del movimiento me ayudó a estar delante de lo que pasaba con lealtad y honestidad, sin caer en soluciones “fáciles” ni atajos, que muchos han buscado para intentar salvarse en esta situación. La sugerencia de consultores “expertos” la mayoría de las veces era la del habitual despido en masa, con el único criterio de no pagar la compensación correspondiente a los empleados. Otro consejo habitual era el de seguir haciendo pedidos a los proveedores aun sabiendo que no iba a poder pagarles, o incluso modificar las cuentas de la sociedad para contar con el apoyo de la banca… En una situación límite, incluso se podría cerrar la empresa y abrir otra para continuar la actividad con un nombre distinto. Pero nunca he querido hacer nada de esto.

Estoy realmente agradecido por el tiempo que algunos amigos del movimiento han dedicado a ayudarme. Pienso en las reuniones informales durante el desayuno después de dejar a los niños en la escuela, que me han ayudado a no desesperar, a fiarme y “ofrecer” lo que no depende de mi esfuerzo personal. Pero también pienso en los encuentros con los amigos de la Compañía de las Obras, donde he visto múltiples testimonios de ingenio y belleza ante las dificultades, haciéndome sentir que no estaba solo. He aprendido lo que significa “trabajar juntos”.

Otra cosa que me ha llamado la atención en estos encuentros es que, en general, en el mundo laboral muchos hablan solo de los éxitos. Aquí, en cambio, he encontrado un lugar donde puedo hablar de mis problemas y nunca he encontrado otro lugar donde un empresario no tenga que fingir que todo va bien y pueda poner sobre la mesa sus problemas.

Durante unas vacaciones de la comunidad de CL vino a vernos Alessandro Mele, uno de los responsables de la “Cometa” de Como. Me impresionó mucho que después del encuentro se quedara cuatro horas solo para hablar conmigo y ayudarme.

Gracias a todo esto, en la empresa hemos conseguido salir de una situación aparentemente desesperada en la que nos encontrábamos, hablando honestamente con empleados, proveedores y bancos, y explicando el verdadero estado de la empresa y el camino que debíamos tomar para superar la crisis.

La mirada “realista” de estos amigos hacia algo que sobre el papel era “solo mío” me ayudó a entender que el servicio que ofrezco a Otro es hoy el fruto de una historia que reconozco cada día con más claridad. Pienso en muchos trabajadores que, sin esta conciencia mía, ya no estarían con nosotros y probablemente tendrían grandes problemas para encontrar trabajo en otra parte.

Hoy trato de vivir la empresa como un ámbito donde la dignidad de la personas sea la primera preocupación. Veo que todo el personal me sigue en esto y algunos ya me han dicho que «irse a trabajar a otro sitio está fuera de toda discusión». Yo, por mi parte, como responsable de la empresa, estoy satisfecho con los resultados y el mercado nos invita a seguir creciendo. Me entusiasman los desafíos que se plantean y miro el futuro lleno de esperanza.
Humberto, Lisboa (Portugal)