Las montañas de Lamon (Belluno)

Vacaciones. «Voy allí donde me esperan»

Los hijos, el trabajo, el dinero. Intentando que todas las piezas de la vida encajen, Consuelo y el marido se plantean renunciar a unos días en la montaña con sus amigos de CL. Sin embargo, alguien quiere dar su opinión...

¿Hay algo que resista al embate del tiempo? No siempre es fácil responder a esta pregunta. Mejor dicho, frente a las tareas cotidianas, las preocupaciones, las facturas que hay que pagar, no es fácil mantenerla despierta, no ahogarla, porque incomoda. A menudo, la escondo detrás de mis esquemas y de mis "ya me lo sé", y prefiero pensar en otra cosa, en algo más "concreto". La realidad, sin embargo, afortunadamente, no sigue mis esquemas y me sorprende. En las formas y en los momentos que menos me lo espero, revolucionando lo que ya daba por descontado y devolviéndome a lo que verdaderamente me corresponde.

Hace unos días estaba hablando por teléfono con mi amiga Chiara: los hijos, el trabajo, el dinero. Mi marido Christian y yo habíamos hablado hace poco de la situación económica de la familia: nada de grave o preocupante, pero estábamos pensando en renunciar a unos gastos inútiles para evitar posibles imprevistos. Y lo primero a lo que estábamos dispuestos a renunciar eran las vacaciones con nuestra comunidad. Este año, de hecho, serán en San Martino di Castrozza, muy cerquita de nuestra casa: ¿merece la pena gastar tanto para ir a un sitio tan cerca, que para nosotros no supone ninguna novedad?

Todavía no habíamos tomado ninguna decisión y no habíamos comentado nada a ninguno de nuestros hijos, lo habíamos hablado solo entre nosotros. Sin embargo, mi conversación con Chiara, a la que le conté todas estas ideas, no pasó desapercibida para mi hija Sara. Sara tiene 16 años y es una chica "especial". Su discapacidad, aparte de limitarle los movimientos, hace que le cueste comunicarse. A menudo aprovecha esta dificultad para "fingir no entender". Cuando quiere, en cambio, entiende a la perfección. Mientras hablaba con mi amiga, Sara empezó a entrar y salir de su habitación en su silla de ruedas, con las camisetas de las vacaciones del año pasado en Canazei. «Yo voy», eran sus únicas palabras, que no dejaba de repetir. La noche siguiente, Chiara vino a cenar a casa, con su marido Matteo, y Sara le agarró el móvil de la mano: miraba el perfil WhatsApp de otra amiga, que tiene como foto una imagen tomada durante los juegos del año pasado en las vacaciones, con la "famosa" camiseta. Sara seguía señalando la foto: «Yo voy». Luego, se acercó al calendario que tenemos colgado en la cocina e indicaba el mes de agosto: «Yo voy». «Pero Sara, ¿por qué quieres ir a las vacaciones?». «Los amigos me esperan».

Lo que a nosotros nos parecía superfluo, para Sara era una certeza de bien claramente evidente. Me da por pensar que ella, al fin y al cabo, tendría todas las razones para estar cabreada con la vida, más que nosotros, preocupados, en el fondo, por nuestros pequeños problemas del día a día. Y en cambio ella, en una condición supuestamente desfavorable, había sido capaz de reconocer inmediatamente el lugar donde está bien, donde "la esperan". Que es el mismo lugar donde me esperan a mí, a mi marido, a mi familia. No nos quedaba más que seguirla. Al día siguiente, Christian y yo nos apuntamos a las vacaciones.
Consuelo, Lamon (Belluno)