Europa. El bien común en una habitación de pediatría

Una niña de meses con una minusvalía y un grupo de familias que se organiza para atenderla en el hospital, generando admiración y preguntas en los que ven lo que está pasando. «¿Acaso esto no es un gesto político?»

A finales de febrero nos llamó una asistente social que tenía nuestro contacto por Familias para la Acogida. Nos pedía atender a una niña de pocos meses con una minusvalía, que estaba ingresada en la planta de pediatría porque no tenía a nadie que se hiciera cargo de ella.

Somos familias que se acompañan y nos ayudamos, sobre todo, durante el proceso de acogida y adopción. Se lo comentamos a unos amigos y decidimos dar nuestra disponibilidad, con la esperanza de cubrir por lo menos un par de días a la semana. Enviamos un correo a nuestros socios y llegaron las primeras respuestas. Inesperadamente, conseguimos cubrir siete días a la semana, 24 horas al día, entre los amigos y amigos de amigos que se ofrecieron.

Así empezó la aventura, una historia de extraordinaria compañía, que animó la planta de pediatría del hospital durante dos meses. También nació un nuevo grupo de WhatsApp donde cada uno se puede apuntar a los turnos, según sus posibilidades. En total, son diez los que, entre voluntarios de Familias para la Acogida y amigos y conocidos, se alternan de varias formas para cuidar a la niña durante el día y la noche. Hay más gente que quiere apuntarse pero, para evitar que la niña vea demasiados rostros, hemos tenido que pedirles que de momento esperen.

Una madre que ya acoge a una niña con graves problemas de salud decidió dar su disponibilidad para algunas noches, agradecida por el bien que ella también había recibido de amigos y voluntarios en una situación similar. Nos vamos dando el relevo alrededor de esa camita, cada uno aporta su parte, pequeña o grande. Todos esos pequeños "sí" juntos realizan algo grande, para cada uno de nosotros y para el mundo.

La asistente social nos preguntó bromeando si también tenemos autorización «para hacer milagros». Dice que somos como un bálsamo para las heridas... El bullicio de los voluntarios genera asombro, no solo por lo que hacen, sino también por la alegría de sus rostros. Enfermeras, doctores, camilleros: «¿Quiénes sois?», preguntan muchos, pasmados por algo que no consiguen encasillar muy bien. La señora de la limpieza nos comenta que la de la niña es la habitación que mejor limpia: «Aquí hay que estar bien».

¿Qué tiene que ver esto con las elecciones europeas? Nos lo hemos preguntado estas semanas pero, acordándonos de lo que había sucedido, era evidente que un gesto como este afirma que toda vida tiene un valor infinito, que merece la pena que esta niña viva, con todo lo que pase, que no podemos prever. Que la vida hay que acogerla, defenderla y quererla siempre y en todo caso. ¿Acaso esto no es un gesto político? ¿Acaso no es gracias a gestos como estos, para nosotros y para quien nos ve, como se hace evidente un bien que todos desean, despertando también una humanidad capaz de hacerse cargo de las necesidades del otro, sea quien sea?

El sábado antes de Pascua, por fin, la niña entró en su nueva casa, la de una familia que la cuidaba en el hospital y que ha decidido acogerla por el bien recibido. Pero el grupo de WhatsApp no se ha eliminado: «Mantengámoslo, nunca se sabe, para quedar a comer, para contarnos qué tal la pequeña…». Al estar con ella se ha creado una relación especial entre nosotros, que va más allá de lo poco o mucho que hemos logrado hacer.
Roberta y Cristina