Europa. La sorpresa de una llamada

¿Por qué apostarlo todo por la persona, que es lo más frágil que existe? La pregunta nace leyendo el manifiesto de CL, a la que responde un encuentro inesperado. «Hay un corazón que no se ha rendido»

Quiero contaros lo que me está pasando al tomar en serio la provocación y la pregunta inicial del manifiesto de CL de cara a las elecciones europeas: ¿por dónde volver a empezar?
En el texto leo que «existe un dato común a todos: a pesar de los miedos e inseguridades, el corazón humano no logra rendirse del todo. "Podemos sorprenderlo en los más variados intentos, a veces confusos pero no por ello menos dramáticos y de algún modo sinceros, que los europeos de nuestros días realizan para alcanzar esa plenitud que no pueden dejar de desear» (Julián Carrón)”».

Al leer estas frases mi primera reacción fue: ¿cómo?, ¿por qué no volver a empezar por una propuesta de reforma de las instituciones de la Unión, para que funcionen mejor? ¿Qué es lo que está en juego realmente? ¿Qué quiere decir que se puede volver a empezar por el corazón del hombre, que además, en esta época, parece ser el punto de partida más frágil y confuso de todos? La respuesta a estas preguntas me la ha sugerido un hecho sorprendente que me ha pasado (desde luego no mis ideas) y que me ha hecho moverme.

Trabajo en la secretaría de Comunión y Liberación y en el despecho me pasaron una llamada. Al otro lado del teléfono, la educada voz de una mujer –para mí completamente desconocida– me cuenta que está leyendo los Ejercicios de la Fraternidad de hace unos años, que le gusta mucho lo que pone en el cuadernillo pero le cuesta entender todos los pasajes, por eso necesitaría una ayuda para seguir la lectura. La señora me deja su contacto, la dirección y el móvil. ¡No pasa todos los días recibir este tipo de llamadas!
Diligentemente, apunto todo e intento enterarme de si alguien de una comunidad de CL cerca de ella puede pasar a visitarla. No sé muy bien por qué pero, en un papelito, copio la dirección y el número de teléfono de la desconocida y lo guardo en el bolsillo. En internet, consigo averiguar a qué corresponde la dirección que me ha proporcionado: es un "centro protegido" que se encuentra en otra región.
¡Curiosidad y asombro aumentan! Y, todavía no sé muy bien por qué, me siento llamada (no solo por teléfono).

Pasan unos días... Es lunes de Pascua; por casualidad, me encuentro en un pueblo que no está lejos de ese centro, en el bolso encuentro el papelito: llamo a mi amiga desconocida y le pregunto si puedo pasar a verla (llevo conmigo el Huellas de abril). Contentísima, me dice que sí. Al llegar la veo ¡delante del portal, esperándome! Me esperaba encontrar a una señora mayor, en cambio tiene pocos años más que yo. Nos abrazamos, ¡porque es como si nos conociéramos! Nos felicitamos mutuamente, me lleva a ver su habitación, me da las gracias por Huellas y cada una cuenta su vida: la suya es turbulenta, en la mía no faltan las dificultades pero desde luego es más tranquila... Le echo una mano para guardar su ropa de invierno. Llega la hora de irme, con la promesa de volver a vernos pronto. Mientras me iba, una de las huéspedes me mira con cara de mala leche... me confunde con una asistenta social.

Periodo de puentes, ¡viva el 1 de mayo! Llamo a mi amiga: ¿estás en el centro? Si te apetece, paso a verte. Llego (esta vez sin equivocar el camino) y ella me está esperando delante de la puerta, nos abrazamos y me doy cuenta de que se ha teñido el pelo y va muy arreglada. Tomamos un café. Me pregunta si pasaba por allí o si he ido solo para verla, le contesto que sí y me dice: «¡Qué bonito!». Nos reímos. Paso delante de dos filas de “huéspedes”, saludo a todos pero ni siquiera me ven... vuelvo a ver a la señora que me había mirado mal y me pregunta: «¿sois hermanas?». Un poco sí y ¡me quedo a cuadros! Mi amiga-hermana y yo somos visiblemente felices.
Le pregunto cómo es que nos llamó y me cuenta que había comentado con otra mujer del centro ese texto tan bonito y ella le sugirió buscar en internet dónde estaba nuestra sede...

Hace un día muy bonito, nos sentamos en el jardín y empezamos a leer las fotocopias de los Ejercicios de la Fraternidad de 2013 (haría falta escribir un libro para contar cómo llegó allí). No me acuerdo del título... ni consigo leerlo en el cuadernillo (tengo que cambiar de gafas), me descubro muy contenta, estornuda sin parar, siento un poco de vergüenza ajena... pero mi amiga me dice: «El título del cuadernillo es “¿Quién nos separará del amor de Cristo?”. ¡Es muy bonito!». Sí, le digo, es precioso porque es lo que está pasando con nosotras... Empezamos a leer juntas y es precioso.

De repente me viene a la cabeza la pregunta del manifiesto de las elecciones europeas: ¿por dónde podemos volver a empezar? Y me acuerdo también de esa frase que al principio me había dejado perpleja (aunque no escéptica). «Existe un dato común a todos: a pesar de los miedos e inseguridades, el corazón humano no logra rendirse del todo».
Así es, en una condición donde todo parece intentar anestesiarnos (incluso con fármacos) hay un corazón que no se ha rendido y que ha encontrado el mío, volviendo a despertar en mí el deseo de no rendirme del todo, en el intento de alcanzar la plenitud que no podemos dejar de desear.

Dudo de que en el Parlamento Europeo hablen de un hecho tan bonito y pequeño como este brote, pero yo he necesitado justo un hecho como este para tomar postura de cara a las próximas elecciones. Me interesan porque tienen que ver conmigo y con mi nueva amiga, y es a partir de este interés por nuestro corazón que no se rinde como nace la curiosidad por ponerme en marcha e informarme para orientarme ante el voto. Es una dinámica nueva, ¡un trabajo fantástico que no sustituiría por nada en el mundo!
Francesca, Sesto San Giovanni (Milán)