Francisco en Sofía

Bulgaria. «Francisco ha vuelto a despertar nuestro deseo»

Después de 14 años de misión en Plovdiv, un padre agustino de la Asunción narra su experiencia durante la visita del Papa a los Balcanes. «Me ha permitido revivir el encuentro con Jesús, liberándome de todos mis miedos»

Lo primero que me ha llamado la atención es ver cómo un hombre, que pasaba entre la gente, era capaz de iluminar la mirada, de dar un rostro nuevo a la gente. Los rostros cambiaban. Creo que esto se debe a que la presencia del Papa despierta la exigencia más profunda que habita en cada uno de nosotros, la exigencia de que exista alguien que responda a los deseos que tenemos en el corazón. He visto a un hombre sencillo, como todos, y a menudo titubeante, pero con una fuerza capaz de hacer resurgir, de hacer revivir el deseo de sentirse queridos, de ser amados y acogidos. ¡Este deseo está en nuestros corazones! Todos le buscábamos, le queríamos ver, llenos de emoción.

Francisco me ha hecho pensar en algunos pasajes del Evangelio. Marcos cuenta que Jesús pide a los discípulos que preparen un barco porque la multitud casi le estaba aplastando, y yo he visto lo mismo: a Jesús encontrándose en su apostolado con las multitudes, aquí la gente seguía al Papa, le quería ver, tocar. Él ha acogido todo y a todos, con un gesto, con una mirada, con una sonrisa. El evangelio de Mateo recuerda las palabras de Jesús: «Dadles vosotros de comer». Y yo aquí he visto a Francisco dispuesto a dejarse "comer" por la gente, por la exigencia que tenían.



Mirarle me ha devuelto la experiencia vivida antes de empezar la vida religiosa. Durante un cierto periodo, en Milán, hice voluntariado con un amigo médico, acompañando a chavales con Sida. Entrar en sus casas era como entrar en una situación de muerte; no solo de muerte física, sino también de miedo a la muerte, que les atormentaba, y que se manifestaba de muchas formas: rabia, conflicto, cargo de conciencia, el dolor de la familia... Estar con ellos suponía llevar todas esas cargas. Una noche, en el coche con este amigo, estábamos yendo a visitar la última casa tras muchas visitas y yo estaba muy sobrecargado, agotado. En un momento dado, él me dijo: «Pero Dios es bueno». No sé lo que pasó en ese instante, pero, esas palabras –ya oídas muchas veces– tomaron carne en mi corazón. Dios vencía en mí la lucha con el diablo, me conquistaba. Ver al Papa dejar que la gente hiciera de él lo que querían, según su necesidad, me ha recordado aquel momento en que decidí ser sacerdote y servir a los demás.

Primeras comuniones en la iglesia del Sagrado Corazón de Rakovsky

Gracias al encuentro con el Papa, ha vuelto a nacer en mí esta experiencia original de encuentro con el Señor. He podido revivirla hoy con su Presencia. Cristo me ha dicho: «Mira, sigo estando a tu lado. Estoy aquí, aunque te parezca que no. Si estás atento, puedes descubrir que soy fiel a tu vida. Soy el mismo que encontraste hace mucho tiempo y estaré contigo para siempre, hasta el final, si tienes la valentía de seguir conmigo». Esta valentía nace de Su cercanía diaria, yo no soy capaz de reconocerlo siempre, pero Él está aquí. Si sé esperarle, se hace presente cuando menos me lo espero y se vuelve ocasión para vivir la vida libre y con gratitud. Porque se trata de una experiencia liberadora: ya no me da miedo o no me preocupa que tenga autoridad en mi vida.
Lo más bonito es que yo experimento la felicidad, la liberación del miedo –cualquier tipo de miedo, los conflictos, ser juzgado por los demás, ser rechazado, miedo al futuro...– cuando voy a ver a estas "muertes", cuando las afronto, porque solo de esta forma el Señor me hace ver que la vida es más fuerte y que puedes ser liberado, porque Él es fiel y es capaz de hacerme experimentar la verdadera felicidad donde yo creo que es imposible. La descubres donando tu persona, se hace experiencia de vida donando la vida.

Con el patriarca Neofit

El gusto de vivir es solo de aquel que sabe que hay una Presencia que le quiere y que responde a sus deseos más profundos. Y solo si hago esta experiencia puedo comunicar a los demás que hay una esperanza, que es posible ser libres de todo lo que nos aplasta y que impide que nuestro deseo se cumpla.

Hoy retomo mi camino agradecido por compartir toda mi vida con esta Iglesia de Bulgaria, que es frágil, que ha padecido mucho y que es una auténtica periferia, desde todos los puntos de vista. Es pobre, incluso existencialmente, como pobre es este país, donde la tasa de natalidad se encuentra entre las más bajas de todo el mundo y los jóvenes se marchan. Los católicos somos menos del 1% y ser minoría no siempre es fácil. Solos no podemos hacer nada. Por eso también estoy agradecido por la compañía de nuestros amigos del movimiento, porque son signos de la Presencia que nos une y que guía nuestros caminos y nuestras historias, que se acuerda de nosotros y nos hace propuestas que son siempre propuestas de vida.
No me esperaba que el encuentro con el Papa fuera tan importante para mí. Me ha abierto los ojos de nuevo.
Claudio Molteni, Plovdiv (Bulgaria)