Iglesia de Santo Domingo (Oaxaca, México)

México. Del trabajo a la amistad, la fuerza del carisma

Una situación complicada en el trabajo y los compañeros que te sugieren «hacer el mínimo indispensable». Pero también el "regreso", después de casi veinte años, de un viejo amigo. Signos de una experiencia plena «de la fidelidad de Jesús»

Quiero compartir dos hechos que me acontecieron en estos días. El primero me concierne directamente. A causa del cambio de gobierno, en mi trabajo despidieron a mucha gente y me insinuaron que yo, desempeñando un puesto de confianza, tenía que ceder el lugar. Como tenía una plaza de base, aproveché para volver a ella.

Llevaba más de 24 años trabajando en ese lugar del gobierno del Estado y ha sido un golpe estar en medio de estas situaciones. Mis compañeros me sugieren que, siendo yo la que más tiempo llevo ahí y la que conoce toda la operatividad, frente a esta injusticia tendría que deslindarme de toda responsabilidad y limitarme a hacer lo mínimo. Pero me doy cuenta de que este modo de pensar no me corresponde, porque el trabajo al final no lo hago por el jefe en turno, pues tengo otra concepción del mismo.

Además, los jefes me piden llevar a cabo varias funciones que ahora no son de mi competencia, pero intento hacerlo con gusto y disponibilidad, aunque no sea algo normal en el ambiente de la oficina.

No ha sido tan fácil y me descubro en un camino de conversión: yo “tenía un lugar” y cuando los ejecutivos hicieron una reunión y no me llamaron, me puse a llorar. Pero esto me hizo preguntarme: ¿quién soy yo?, ¿soy la que era jefa y ya no es o soy más que eso? Así, con esta última intuición, puedo estar segura de que también en esta situación puedo continuar dando mi contribución a la construcción de un mundo mejor.

Un segundo hecho reciente me hizo pensar sobre el gran impacto que tiene el encuentro con nuestro carisma. En la comunidad hay varias personas que se han ido y esto muchas veces me hace medirme y atribuirlo a mi incapacidad de comunicar a los otros el atractivo de esta experiencia.
Pero hace poco, un amigo que estuvo con nosotros hace muchos años y que se alejó consiguió mi número de teléfono mediante una amiga común y me escribió diciendo: «No sé qué está pasando, pero muchas cosas se están moviendo como no tienes idea. Amiga, hace 19 años por estas fechas conocí lo que tú y César hacíais; tú fuiste la primera que me invitó a quedarme en el movimiento. ¿Recuerdas el momento? Yo bajaba las escaleras del despacho y tú subías con un pastel o una rosca en las manos; ¿recuerdas, amiga? Después, con César, vino todo lo demás. Me he acordado mucho de todos ustedes y de esa etapa de mi vida que me marcó para siempre y como nunca, hoy lo puedo decir. Perdón amiga, estoy muy emocionado, hasta las lágrimas. Parece que fue ayer cuando pasó todo, es algo totalizante. Me pasa como a don Gius, cuando cuenta su encuentro muchos años después con una de sus primeras estudiantes (quien lloró escuchando la música de Chopin). Algo así me pasa con todos ustedes, los tengo en mi mente como si los hubiera dejado de ver ayer».

Este mensaje me ha impresionado mucho porque, aunque yo no recuerde los detalles que mi amigo describe, se trata del encuentro con Cristo, que es fiel y no nos deja nunca, como decía Carrón.
Felicitas, Oaxaca (México)