Europa. Un cambio de método

La provocación del documento de CL sobre las elecciones y la relación con un matrimonio marroquí al que lleva la caja del Banco de Solidaridad. «Aunque antes no me interesaban las elecciones, ahora yo también tengo algo que decir»

Por lo general, no me intereso mucho por las elecciones políticas. A menudo, parto de mis pocas ideas, confusas y limitadas, escucho las opiniones de quien se informa y se acerca a esto con más pasión, como mucho leo los artículos de Huellas o de los periódicos y luego voto. Imaginaos con las europeas…

Esta vez, sin embargo, leyendo el documento de CL con sus preguntas, me he dado cuenta de que yo también tenía algo que decir al respecto, asombrándome yo mismo en primer lugar. No he podido evitar pensar en lo que estoy viviendo, en la caritativa, junto a mi mujer. Llevando la caja del Banco de Solidaridad, tuvimos la suerte de conocer a una familia marroquí. El padre ha estado en el paro mucho tiempo, con tres hijos y una mujer a su cargo. Uno de estos tres chavales, además, nació con serios problemas físicos, y ahora necesita que lo ingresen a menudo en Roma para someterse a intervenciones especiales.

Con ellos ha nacido una relación muy bonita, hasta el punto de que, por ejemplo, para nuestra boda nos hicieron un regalo: una manta para los dos. Un gesto nada obvio, pues no tienen mucho, ¿por qué lo han hecho? ¿Qué valor dan a mi persona y a la de mi mujer? ¿No era yo quien les ayudaba a ellos? ¿Quién dona verdaderamente?

Lo que más me impacta, sin embargo, es que cuando les llevamos la caja, ellos siempre nos preparan la cena. Son musulmanes practicantes, y durante el Ramadán esperamos a que recen su oración orientados hacia la Meca y luego cenamos con ellos: cocina marroquí, la comida nunca falta y siempre es una fiesta.

¡Qué absurdo! Nosotros vamos para llevarles comida, y ellos cocinan para nosotros... ¿Dónde se ve algo así? La madre, Leila, la última vez que fuimos, después de Pascua, cocinó algunos platos, pasamos un rato juntos tomando su té y luego nos dijeron que celebrábamos la Pascua juntos porque, «aunque la religión sea distinta, el corazón es el mismo y rezamos al mismo Dios. Por eso comemos juntos durante el Ramadán y celebramos la Pascua, y quien no lo entiende no es creyente». Esto ocurría unos días antes de los trágicos sucesos en Sri Lanka.

Las preguntas del manifiesto no me han movido de forma teórica, sino que me he dado cuenta de que algunas experiencias que vivo me ayudan a juzgar lo que pone ahí, y a comprobarlo. Es un cambio de método: partiendo de lo que me pasa en la caritativa, tengo los medios para poder decir que yo también vivo ya lo que, en otras circunstancias, ocurre en Lituania, Holanda o España, las experiencias de las que habla el documento de CL. Esto libera del mecanismo y del intento de dar un juicio forzado que no lleva a nada, y ensancha mi deseo de ir aún más al fondo de lo que vivo. Es un método distinto, y más correspondiente a mi vida.
Simone, Bergamo