La comunidad indonesia de CL.

Indonesia. Las vacaciones y esa puesta de sol donde ya está todo

Tres días en Kupang y alrededores. Un lugar a donde «vas porque de verdad lo quieres». Y el asombro de sentirse en casa con Michiel, Francesco, Iunita, Herman y los demás amigos de las comunidades de CL

Aprovecho el largo viaje de vuelta para contaros lo que he aprendido estos últimos tres días que he pasado con amigos indonesios (y otros). No será un listado de cifras o de lo que hemos hecho, sino lo que he aprendido y visto suceder durante las vacaciones de las comunidades de CL en Indonesia.

“La conveniencia humana de la fe”: este era el lema, propuesto durante la preparación como pregunta y como punto de partida de un trabajo por el padre Michiel Peeters, cura holandés de la Fraternidad San Carlos que sigue a estas comunidades.

Yo acababa de viajar por Singapur e Indonesia por motivos de trabajo y estaba bastante desanimado por los resultados de las ventas en esas zonas. Salí para Kupang con muchas preguntas, pero la de la conveniencia era la más urgente. Visto lo lejos que está de todo, a Kupang vas porque de verdad lo quieres.



El único que conocía y que no veía desde hace veinticinco años era el padre Michiel. Pero ¡qué familiaridad he vivido con él desde el principio! Dios es misterioso e irónico, teje esas tramas por las cuales nos encontramos en Den Bosch en 1993, siendo unos gamberros quinceañeros, y en Kupang en 2019, compartiendo el deseo de Cristo. “Solo” esto, porque no tenemos nada que ver el uno con el otro.

Las vacaciones estaban preparadas hasta en los más pequeños detalles, muy intensa ya desde el viernes por la tarde. No por un formalismo, sino sobre todo para ayudarse a no perder el tiempo. Vinieron también amigos de otras ciudades muy lejanas. La mayor parte era de Kupang, o están allí para estudiar o trabajar. Además vinieron Louka desde Singapur y Francesco de Kuala Lumpur.

La introducción del viernes por la tarde fue directa al meollo de la cuestión, y esto me permitió mirar y acercarme a esas personas con simpatía. No conocía a nadie, la mitad hablaba un inglés limitado. Sin embargo, ya sentados juntos a la mesa para cenar después de la misa, estaba contento de estar allí con ellos. Y me tiré a la piscina.

He visto a gente muy sencilla. Sencillez que se reflejaba también en la comida, hecha con pocos ingredientes. Su forma de acoger, sobre todo a nosotros los extranjeros, fue conmovedora; después de cenar, unas universitarias prepararon un momento de presentación de la comunidad de Kupang muy bonito, con cantos y bailes tradicionales.

Otro punto decisivo fueron los cantos. Clave porque es verdad que ayudan muchísimo, de por sí representan un método que marca el paso siempre. Y ha resultado evidente porque esta gente tiene una capacidad natural y una educación al canto increíbles, hasta el punto de que no cuesta aprender un canto nuevo, aunque sea un canto italiano. Cantan siempre. A los 42 años he entendido la insistencia de don Giussani sobre este tema. Francesco también se quedó impactado y ya quiere invitar a algunos de ellos a Kuala Lumpur para que le echen una mano en su comunidad sobre este aspecto.



El sábado tuvimos una asamblea, donde se pusieron encima de la mesa algunas dificultades, relacionadas con situaciones de soledad, o dificultades en familia –que suelen ser más complicadas que las nuestras, “occidentales”–, pero al mismo tiempo algunos testimoniaron cómo el encuentro con el movimiento había empezado a arrojar nueva luz incluso en estas circunstancias.

Iunita, una joven profesora que vive lejos de Kupang y que va a ver a estos amigos con regularidad, contó: «He crecido en una familia donde nunca me ha faltado nada, luego por distintas razones, cuando estaba en la universidad, empezaron los problemas y ahora tengo que ocuparme yo de mis hermanos. La vida es muy complicada, temía que no conseguiría salir de esta. Pero al pensar en vosotros, se me hace posible afrontarla. Soportar esta situación sin vosotros habría sido inviable, mientras que, en cambio, estáis conmigo. He vuelto a vivir cuando he comprendido que “dependo”».

También me llamó la atención otra chica que, hablando de las dificultades del trabajo y de la presión por los resultados por parte de sus jefes, decidió ir a las vacaciones y renunciar a un evento de la empresa porque necesitaba algo que le llenase el corazón y la ayudase a afrontar la situación.



A medida que el tiempo pasaba, se respiraba una mayor familiaridad entre nosotros. Y esto ha ayudado a que emergieran las muchas preguntas que se han planteado, incluso después de ciertos testimonios.

Las vacaciones terminaron con una fantástica excursión a la playa, en un sitio muy aislado donde Herman lleva una granja. De por sí, hubiera podido ser un lugar dispersivo, pero me impactó cómo todos, también los nuevos, se pusieron a preparar la comida y cómo se tomaban en serio cualquier tipo de propuesta.

Antes de regresar, mirando la puesta de sol en el mar y cantando juntos, una chica, conmovida, dijo: «Mirad, en este instante acabo de entender que se me ha dado todo, estoy contenta». Y al día siguiente pidió un día de vacaciones en el trabajo para ir a despedirse y participar en la misa junto a nosotros.

Para mí ha sido una verdadera posibilidad de compararse con la cuestión de la conveniencia de la fe, porque he visto cómo yo y los demás nos hemos dejado desafiar por esto. La partida sigue abierta, pero vuelvo a casa tras haber experimentado la sobreabundancia. Más seguro de la gracia que he recibido y, al mismo tiempo, agradecido por el camino que he hecho con estos amigos y que puedo seguir haciendo en mi día a día.
Simone (Fidenza)