En la cárcel. «¿Quién eres Tú para cambiar así el corazón de un hombre?»

Un preso que cumple cadena perpetua después de varios años en el corredor de la muerte. Y Luca, que desde hace un tiempo le visita de vez en cuando. Le ha visto cambiar y acercarse a la Iglesia

Hace casi un año conocí a un preso aquí, en Florida. Lo conocí por una mujer italiana que llevaba años escribiéndole y que en un cierto momento decidió ir a visitarlo. Él está cumpliendo cadena perpetua.

Desde que fui a verlo por primera vez, me impactó inmediatamente su humanidad, su deseo de vivir el presente, y al mismo tiempo su dolor por el mal cometido y su conmovedor deseo de perdón. Criado en la Iglesia baptista, luego abandonó la fe. Hace unos meses, empezó a mostrar su deseo de convertirse al catolicismo y recibir los sacramentos. Así que, tras un periodo de discernimiento, comenzó su camino de preparación para recibirlo. Él siempre dice que su conversión nace de descubrir su necesidad de perdón, y del hecho de que solo encuentra paz en su relación con Dios y con la Iglesia, por su experiencia durante estos años de cárcel. Me ha contado que siempre se ha sentido juzgado por otras denominaciones cristianas debido al mal que ha cometido, mientras que con los católicos percibe una mirada de misericordia que es lo que su corazón necesita.

Recientemente tuvimos una conversación que me dejó en silencio, haciendo que mi corazón vibrara como al principio. Le hablé de un trabajo que hice en clase con mis alumnos sobre la libertad en relación con la felicidad. En un momento dado me dijo que ciertamente él solo cuando es feliz experimenta la sensación de ser libre. Y que eso es así hasta el punto de que ha conocido personas fuera de la cárcel, que por tanto pueden hacer lo que quieran, que dicen sentirse como en una prisión. Me dijo que él ahora es “libre”, aun estando en la cárcel y sin poder hacer lo que quiere, porque vive en relación con Dios, que le ama incondicionalmente, y esto le llena de paz.

Me contó que unos días antes les habían pedido a algunos de ellos que identificaran un momento de alegría que hubieran vivido. Cada uno recordaba algún momento bonito de su vida fuera, en fiestas o vacaciones. Cuando llegó su turno, decidió aceptar el desafío y contar algo de sí mismo, aunque sabía que eso le haría vulnerable a los ojos de los demás. Contó que se sintió realmente contento el día que llegó a aquella prisión, después de años de aislamiento en el corredor de la muerte. Respecto a ciertas situaciones desagradables que se produjeron después, para su sorpresa no reaccionó como solía hacer. Entonces comprendió el recorrido humano que había realizado, gracias a la fe. Libre frente al juicio de los que le escuchaban, en un instante se dio cuenta de los pasos que había dado. Decidió escribir a su hija, a la que no veía desde hacía nueve años y con la que habla muy pocas veces, para pedirle perdón por todo el sufrimiento que le había causado. Todavía no le ha respondido. Él entiende que debe darle tiempo, pues él también ha necesitado nueve años para darse cuenta de cuándo mal le había causado en los dieciocho años previos. Y afirmó que, aunque parezca imposible que pueda decir esto, está contento y agradecido. Agradecido a Dios que le está haciendo descubrir tantas cosas.

Al final me dijo que siempre ha sentido dentro de sí un “vacío”, que ha intentado colmar con dinero, tareas, éxito, pero nada. Ahora se da cuenta de que solo la fe puede llenarlo, y eso le ha cambiado. Yo añado que esto lo está convirtiendo en una novedad dentro de la cárcel, hasta el punto de que muchos se dan cuenta y le preguntan.

Yo le escuchaba en silencio, asombrado y conmovido. ¿Quién eres Tú, capaz de cambiar así el corazón de un hombre? Sentía mi corazón vibrar por un atractivo único, por Su atractivo. Solo Jesús puede imantarme así, tanto que nunca me habría ido de allí. ¿De la cárcel?, os preguntaréis. Pues sí, me habría quedado allí con él, porque ese silencio es lo que yo deseo, lo que la vocación que Dios me ha donado me está enseñando a reconocer.
Luca, Estados Unidos