Una multa con sabor a milagro

Una cita importante para la adopción de un hijo. Pero el coche no tiene la revisión hecha y, durante el camino, una patrulla les para por un control. Hay que inmovilizar el vehículo. Pero luego...

Os podéis imaginar con qué expectación mi mujer y yo nos pusimos en camino aquella mañana de hace unos meses. Teníamos una cita importante, crucial, en el proceso de adopción que llevamos largo tiempo siguiendo. ¿Qué tal iría? ¿Tendríamos una respuesta inmediata o habría que seguir esperando? ¿Y qué pasaría “después”?

Sin embargo, como ocurre a menudo “por Gracia”, un imprevisto trastorna nuestros planes. Una patrulla de policía nos para en un control rutinario. No había llevado mi coche a la revisión. ¿Resultado? Multa y coche inmovilizado, lo único que podíamos hacer era seguir hasta el taller más cercano para una revisión inmediata. Un verdadero desastre. Intentamos explicar a los policías nuestra situación, no podíamos detenernos y retrasarlo todo...

Nuestra insistencia no fue en vano: los policías nos ayudaron a buscar un taller abierto un sábado por la mañana (además, cerca del sitio donde teníamos que ir...) y, de este modo, conseguimos no faltar a la cita. Al día siguiente mandamos un mail a la comisaría dando las gracias por cómo nos habían ayudado. Para nosotros, lo que había sucedido ya era un pequeño milagro, pero lo que iba a pasar después fue mucho más que eso.

Hace unos días, recibimos otra noticia importante para nuestro proceso de adopción. Y el mismo día llegó un mail de uno de los dos policías, que nos decía:

«Queridos, no me olvido de vosotros. Es verdad, no os conozco, excepto por aquel breve momento cuando nos encontramos, ese sábado por la mañana en la carretera. A partir de ese día, algo dentro de mí se ha movido. O me ha hecho moverme... ¿Sabéis?, por el trabajo que hago no pasa muy a menudo que alguien me dé las gracias, y cuando ocurre lo hacen de forma sarcástica. Desde luego, nunca me ha pasado después de poner una multa. ¡Me he acordado muchísimo de vosotros! Tengo delante de mí a una familia, o mejor dicho una Familia, que está haciendo un “camino y que espera en un resultado positivo”, como escribisteis... ¿Qué querrá decir esto? Puedo parecer aburrido citando muchas de vuestras frases. Pero las he leído no sé cuántas veces, releídas una y otra vez... Son tan confortantes, intensas. Qué misterio el cosmos, la existencia, la vida... “Misterio”: otra palabra que encuentro en vuestra carta. Yo, sin saberlo, he “acompañado de forma misteriosa” a una Familia. ¿Hacia dónde? ¿Por qué? ¡Qué misterio ese encuentro! Un Misterio mucho más grande que nosotros, que las estrellas... Y en ese momento el tiempo se detiene, justo el instante de un abrir y cerrar de ojos, pero marca a fuego mi alma para siempre. No estoy aquí buscando respuesta a todas mis preguntas; nunca me atrevería a entrar en vuestra vida privada. Pero determinadas palabras, como decía, dejan una huella imborrable y quería compartir con vosotros algo que, sin saberlo, me habéis regalado. Por no hablar de la referencia al Señor, al final de la carta. ¡Qué maravilla! Estoy agradecido a Dios por haberme puesto en vuestro camino, en todos los sentidos... Espero de todo corazón que vuestro camino “tenga un resultado positivo” y que podáis vivir con un amor pleno vuestra vida. Que el Señor os dé todo lo que necesitáis».
Carta firmada