Bakú, Azerbaiyán

Azerbaiyán. «Así es como vuelvo a respirar»

La vida con la familia en un país extranjero, "lejos" de la experiencia del movimiento vivida antaño. Donde es difícil incluso ir a misa. Con noches en blanco pensando si hubiera sido mejor «quedarse en Italia». En cambio...

A veces pienso que la experiencia del movimiento complica aún más las cosas en las circunstancias. Sería mucho más sencillo hacer como todo el mundo, sobre todo los compañeros y los expatriados, en general acomodados. Ellos no tienen que renunciar a los compromisos del sábado por la noche porque hay Escuela de comunidad con amigos muy diferentes y a veces difíciles de entender. Ellos pueden ir a esquiar o mandar a sus hijos de excursión los domingos sin preocuparse por la misa, que aquí se celebra solo el domingo por la mañana. No sufren cuando los profesores en clase explican la historia olvidándose totalmente de la tradición cristiana o dejan pasar los porqués de los chavales sobre el sentido de la vida. No pasan noches sin dormir preguntándose si hubiera sido mejor quedarse en Italia y dejar a nuestros hijos ir a nuestros colegios y al grupo de amigos de GS, sin tener que sentirse un bicho raro, diciendo «ellos no son como nosotros».

A pesar de esto, estoy segura de una cosa: sin las provocaciones de mi grupo de Fraternidad, de la secretaría, de la escuela de comunidad, la vida y las cosas serían vacías, inútiles. Incluso las obras de caridad que hago con las compañeras de mi marido me dejarían un vacío dentro. Solo cuando me acuerdo de los rostros y palabras de mis amigos o de algunas frases aprendidas de memoria sin entenderlas hace 20 años, pero que vuelven como juicio sobre los encuentros que tengo ahora, solo en ese momento vuelvo a respirar. Vislumbro una novedad, cambia mi juicio superficial hacia las personas, los profesores, los amigos de la escuela de comunidad, las mujeres protestantes con las que organizamos los eventos benéficos. Más de una vez me han dicho: «Contigo estoy a gusto, no me siento juzgada, vuelve a venir a verme». Vuelvo a casa con una extraña alegría.

Por eso, el domingo decido volver a misa, aunque los filipinos que cantan desafinen y las homilías sean aburridas. Voy para agradecer la presencia de Jesús, que ha acompañado a mi familia hasta hoy. Una presencia que, de momento, ninguno de nosotros, ni siquiera nuestros hijos, puede negar. Jesús que, a través de las cartas y artículos de Huellas, los amigos lejanos y cercanos, la escuela de comunidad, nos invita a decidir usando nuestra cabeza, es decir, nuestro corazón. Nos propone ir hasta el fondo de ese corazón que no se conforma, mirar bien adentro todo lo que nos toca vivir, para ver dónde Él desea salirnos al encuentro.
Silvia, Bakú (Azerbaiyán)