Las llamas del hotel Dusit de Nairobi tras el atentado

Nairobi. «Ese atentado y la diferencia entre Ali y yo»

En enero, un atentado terrorista en el hotel Dusit, en la capital de Kenia, causó una veintena de muertos, provocando la consternación y el dolor de todo un país. ¿Pero qué pasa si uno de los asesinos era amigo tuyo?

El mes pasado estuvo lleno de acontecimientos para mí. Algunos me han llenado de alegría y gratitud, mientras otros me han entristecido despertando en mí preguntas que no era capaz de responder. Entre estos últimos está el atentado terrorista al hotel Dusit D2, en la Riverside 14 de Nairobi, donde perdieron la vida 21 personas. Aunque nos impresionó la rapidez con que las fuerzas policiales reaccionaron frente a los terroristas, todo el país se puso de luto por las vidas inocentes que habían sido sacrificadas en el brutal ataque. Y yo estaba aún más dolido porque un amigo al que apreciaba mucho estaba entre los terroristas. ¿Cómo podía ser algo así? ¡No podía creerlo!

Conocí a Ali Back en el instituto, donde eran habituales los casos de acoso. Los alumnos mayores se dedicaban continuamente a aterrorizar a los pequeños, pero Ali se distinguía por su disposición y premura a la hora de proteger a los más jóvenes. Siempre estuvo a mi lado cuando necesité ayuda, y no me sorprendió cuando lo eligieron delegado escolar, pues todos los alumnos lo querían mucho. Todos nos quedamos consternados cuando le expulsaron del centro por haber robado la comida de un profesor en la sala de docentes, pues nos parecía un pecado venial donde su único error había sido dejarse pillar…

Cuando oí en las noticias que había muerto a manos de la policía decidí ir a ver a un amigo de la universidad que también fue con nosotros al instituto. «Nunca más me voy a fiar de un musulmán. ¡Si Ali se radicalizó hasta el punto de hacerse terrorista, cualquier musulmán lo puede hacer!»; mi amigo estaba indignado y amargado, en realidad se sentía traicionado. Yo sabía que no era justo culpar a todos los musulmanes por esto, ni por cualquier atentado terrorista, pero no tenía respuestas y en ciertas circunstancias siempre se está tentado de echar la culpa de nuestro dolor a alguien. Entonces decidí hablar con mis amigos del movimiento. Ellos me dijeron que no era justo culpar a los musulmanes porque a cada persona, independientemente de su religión, Dios le ha donado un corazón con un valor infinito. La única diferencia entre nosotros y los terroristas es que nosotros habíamos recibido este educación, que es una gracia. Leyendo en la Escuela de comunidad el punto sobre la catolicidad, me he dado cuenta de que estamos llamados a abrazar la humanidad entera y toda la realidad que tenemos delante. Tal vez nunca logre saber qué transformó a un buen chico como Ali en un asesino, pero sé que Cristo quiere que yo le abrace con el mismo amor de cuando estábamos en el instituto.
Antony, Nairobi