Los Ejercicios de los universitarios de CL

«Reconocer a Dios dentro de mi continua ceguera»

Luna es musulmana de origen marroquí. Lleva unos meses siguiendo la vida de los universitarios de CL. Esta es su carta tras participar en los Ejercicios espirituales de Rímini. «Siento cada vez más la necesidad de momentos como este»

Al volver de los Ejercicios espirituales de los universitarios de CL, me di cuenta de hasta qué punto la disponibilidad que he tenido estos días ha sido muy superior a la que tuve el año pasado. A una de primero que me preguntaba, en el camino de regreso, qué es lo que más me había llamado la atención, después de un momento de duda, me sorprendí respondiéndole: «Todo». No era por simplificar sino porque de verdad todo me ha parecido decisivo. Cada gesto iba íntimamente ligado al anterior y al siguiente. Creía saber qué significaba “vivir intensamente”, pero me equivocaba. Estos días me han obligado a subir mucho el listón.

Me ha impactado mucho el testimonio de Matteo Severgnini, profesor en Kampala. Nos ha contado su vida y para mí ha sido inevitable pensar en mi historia. Me ha ayudado a enfrentarme con mi tradición marroquí y musulmana, con el hecho de que mi padre muriera y mi madre enfermase. Era necesario que el refugio que me había construido se desmoronara para entender realmente la importancia de la fe. Era una intuición que ya tenía porque he visto cómo vivía mi padre, pero solo era un pensamiento. Y ante la dramaticidad de las circunstancias, los pensamientos no se sostienen.
Los Ejercicios me han hecho darme cuenta de que perderlo todo me ha servido para decir: «Tengo necesidad de Ti, Dios mío». Para empezar a buscar la confirmación concreta de algo que me ayudara a afirmar que Dios existe, algo que transformase las intuiciones en hechos, que diese un sentido a la fática de ser siempre diferente a los demás por mi cultura, mis tradiciones, mi lengua, mi familia. Por todo. Algo que diera sentido a mis días.

Él, Dios, ha pasado a través del rostro de muchos. Mi madre, mi padre, amigos de multitud de lugares. Rostros a los que estoy agradecida. No porque me hayan hecho cambiar sino porque han sido personas sencillas y disponibles para que Dios pasara por ellos para llegar hasta mí y recordarme que no estoy sola.
Gracias a la experiencia del movimiento, me ha sido posible escuchar este deseo tan grande que me define, que desde hace tiempo había dejado de escuchar, porque pensaba que era demasiado grande como para poder colmarlo. Me impresiona cómo los Ejercicios y la vida del CLU despiertan continuamente este deseo infinito de felicidad que llevo dentro.

Otra cosa que me ha impactado estos días es la manera con que Carrón nos ha reclamado a tener afecto por nosotros mismos, como condición imprescindible para recorrer un camino hacia una certeza que no teme el paso del tiempo. Durante años, he creído que el afecto a uno mismo era una palmada que nos damos en la espalda para consolarnos por nuestros errores. Una especie de autoperdón, una autoaceptación. Algo de lo que yo no soy capaz, pues no soy tan buena como otros. Siempre me enfado conmigo misma, insatisfecha por cómo soy. Aquí, en los Ejercicios del CLU, he entendido lo que es el verdadero afecto a uno mismo: el que no se contenta, el que no se reduce, el que no se separa de ese punto original que me lleva a seguir deseando siempre.

Estos días han hecho que me diera cuenta de lo imposible que es vivir al margen de este deseo. Para mí, esta es una concepción nueva que crece dentro de una experiencia consolidada y que deseo seguir descubriendo. Al reconocer algo que se ha ido abriendo espacio potentemente en mi vida, no puedo hacer más que obedecer. Aceptar que, sin Dios, soy incapaz de vivir a la altura de la misericordia y del amor del que he sido objeto. Así vivo en paz, con alegría. Tengo en mis manos las pruebas de que Él no me ha dado la espalda, no me ha condenado a la soledad ni a vagar sin rumbo.

Mi sed de momentos como los Ejercicios se hace cada vez más apremiante. Porque no me sacia que los exámenes me salgan bien, ni conseguir un trabajo gratificante o una beca de estudios. Sigo buscando incesantemente lugares y rostros que sean tan serios y atentos con la vida como para recordarme esa seriedad. Este lugar es el movimiento que, gracias a sus propuestas, renueva constantemente mi atención hacia el destino.

Valoro muchísimo el momento de los Ejercicios, lo digo como musulmana y sin vergüenza. Valoro muchísimo un lugar que me ayuda a reconocer a Dios dentro de mi continua ceguera. Que me recuerda, no solo en estos tres días, que debo mirar mi experiencia entera. Me doy cuenta de que esta es precisamente la genialidad del método de CL: no dar respuestas, sino ofrecer instrumentos para buscarle. Y lo necesito justamente por esto.
Luna, Milán