El padre Michiel con los amigos de Indonesia

Indonesia. En el autobús de vuelta de los Ejercicios

Tres días muy especiales. Los cantos, el silencio, las caras felices de los amigos y hasta la espléndida playa de Tierra Roja son signos de “algo nuevo”. Algo que contar enseguida a los que han estado allí contigo y a los que están lejos…

Querido Carrón, escribí una carta al día siguiente de nuestros Ejercicios espirituales en Kupang, Indonesia. Iba en el autobús, en el viaje de vuelta, y me sentía tan feliz que no era capaz de no escribir porque mi corazón deseaba contar la experiencia que había vivido. Mandé la carta (en indonesio) a todos mis amigos de Comunión y Liberación de aquí, a través del grupo de Whatsapp, y el padre Michiel me pidió que la tradujera al inglés. Aquí está.

Los ejercicios espirituales y nuestra convivencia de tres días han sido algo verdaderamente grande. Verdaderamente he experimentado en mi persona el encuentro con Cristo a través de todos vosotros. Desde el primer día el reclamo al tema de los ejercicios me ha ayudado mucho, y me ha llevado a entender qué es lo que me faltaba tanto, y a responder algunas de mis preguntas. He comprobado en mi experiencia lo que he oído, y así, con la ayuda de todos vosotros, empiezo a entender muchas cosas que antes solo intuía: el sueño del corazón; el corazón humano que no puede ser manipulado; el amor como juicio del corazón; Cristo que se manifiesta a través de los signos que a veces solo vemos en su aspecto exterior; por qué no podemos ver a Dios aunque Él esté muy cerca de nosotros; el cristianismo reducido a ideología; ser como niños; decir el mismo “sí” que María dijo a Dios; pedir que nuestro corazón despierte y que se nos den unos ojos nuevos, abiertos de par en par a la presencia de Cristo.

Durante los ejercicios, la pregunta: «¿Tenéis el corazón endurecido?» ha adquirido para mí, de repente, un profundo significado. Había oído varias veces la lectura de los diez leprosos que Jesús había curado, pero solo ahora he entendido por qué aquel hombre volvió. No fue solo porque estaba agradecido por haber sido curado, sino también porque había entendido: «Ese es Cristo». Cristo que se manifiesta a través de un signo.

El título, “Mirad que realizo algo nuevo, ¿no os dais cuenta?”, que para mí al principio eran solo “palabras”, después de estos Ejercicios se ha hecho verdaderamente concreto y lleno de significado. Lleno de significado porque representa muchas cosas, y lo he entendido a partir de los cantos, del silencio y de la alegría de todos vosotros, a partir del fascinante y estupendo paisaje de la playa de Tierra Roja en Sulamu, y de todos los sacrificios que habéis hecho.

Después de los Ejercicios espirituales, de manera imprevista, todo ha cambiado: cada simple y pequeña cosa que encuentro en mi vida adquiere significado. Y esto he podido verificarlo gracias a la homilía del padre Michiel el domingo, cuando dijo que Cristo hace partir todo de las pequeñas cosas, como la semilla en el pasaje del Evangelio de ese día. La semilla arrojada germina y crece hasta llegar a ser un gran árbol, en el que los pájaros pueden hacer su nido. Como explicaba el padre Michiel, las rocas, aun siendo hermosas, no pueden crecer como un árbol; el sol es grande, pero no es más grande que un ser humano; el mar es vasto e infinito, pero nunca es tan grande como el ser humano porque nosotros somos preciosos para Dios, más preciosos que ninguna otra cosa en este mundo. Por eso, por hermosos que sean el sol y el mar, no pueden asombrarse, no pueden ver, no pueden quedar fascinados, no pueden decir “yo”. Solo los seres humanos, solo nosotros podemos.

Por eso estoy infinitamente agradecida por todas estas cosas y por todos vosotros. Un mensaje que verdaderamente se me ha quedado profundamente grabado es este: «No tenemos que retirarnos de nada, sino llenar nuestras circunstancias de la presencia de Cristo».

Yunita, Atambua (Indonesia)