«Cómo he empezado a entender “la posición del movimiento”»

Mario tiene 62 años y lleva toda la vida en CL. Pero el trabajo propuesto sobre las elecciones le costó al principio. «¿Qué paso se me está pidiendo?»

Querido Julián, tengo 62 años y estoy en el movimiento desde hacer 45. Los últimos tiempos han estado llenos de provocaciones: fin de mi actividad laboral, implicación como voluntario en una realidad que ahora absorbe todas mis energía, y últimamente el tema de las elecciones, con la dificultad de ver cómo entre mis amigos de siempre surge un cierto malestar debido a la diferencia de posturas.

No niego que al principio me costó un poco comprender la “posición del movimiento”. Me parecía percibir una cierta falta de juicio que podía traducirse en una especie de retirada. Luego empecé a preguntarme: ¿pero por qué el movimiento insiste en estos puntos?, ¿qué quiere decirme, qué paso me pide?, ¿qué es lo que no entiendo? Empecé a leer y releer los documentos del movimiento, la Escuela de comunidad, ciertos libros. Y poco a poco empecé a entender las razones que los sostenían.

Empecé a entender que el nivel en que se libra la batalla cultural es ante todo el de mi persona, el de las relaciones que vivo cotidianamente y el modo en que juzgo una realidad que cambia profundamente cada día que pasa. Empecé a comprender que el reclamo al bien común implica una gran responsabilidad para los católicos. Significa estar llamados a tomar una decisión no confesional, es decir, una decisión que no se limita a defender un interés, por justo que sea, de una parte, sino a promover ante todo el bien de todos. He descubierto, gracias a mi experiencia como voluntario, que esta posición del corazón me da la posibilidad de abrirme a un mundo que no conocía, de aprender cosas nuevas, y de contribuir, desde mi pequeño rincón, a la construcción de un mundo menos inhumano. Con la condición de que yo acepte implicarme con la realidad que me rodea y decir sí a sus provocaciones.

Sobre todo he aprendido a respetar, a querer y valorar a mis amigos que en cuestión de elecciones tomarán una decisión distinta de la mía. Todos los días agradezco a Dios esta oportunidad.

Mario, Milán