La Habana vieja

Cuba. «Tú no eres el fiel de la historia»

«¿Dónde está Dios? ¿Y por qué permite esto?». Al descubrir la enfermedad de su mejor amigo, la fe se pone en juego frente al dolor y las preguntas que surgen. Hay un lugar donde plantear todo esto libremente. El testimonio de Reiniel

Hace un par de meses a mi mejor amigo le diagnosticaron un carcinoma adenomorfo con metástasis en ganglio general, en la parótida izquierda. Lo que había iniciado un poco antes del diagnóstico, de forma casi imperceptible como una bolita de nada cerca de la oreja, se había convertido en un cáncer con alto grado de malignidad y muy invasivo. Un acontecimiento ínfimo empezaba a revolucionar la vida de mi amigo, de nuestros familiares y la mía. Nadie puede explicarse cómo una enfermedad de este tipo pudiese estar afectando a un joven de 24 años con sanos hábitos, fuerte y saludable. Para aquellos que tenemos fe y nos encontramos inmersos en este problema las preguntas eran evidentes, pero nadie las hacía, quizás por miedo a no tener una respuesta: ¿dónde está Dios y por qué permite esto?

El día que recibimos el resultado de la biopsia fue un jueves, ese mismo día nos reunimos para hacer Escuela de comunidad, como semanalmente hacemos en La Habana. Providencialmente un sacerdote carmelita, esa noche, explicaba cómo de todas las cuestiones de la vida Dios saca algo bueno. En otro momento esta frase habría pasado como una afirmación más de tantas que escucho en misas, retiros, catequesis, Escuela de comunidad, etc., y que no reparo mucho en ellas, no suelo tomar mucho tiempo para verificarlas o entenderlas a fondo. Ese día sentí el impulso de refutar al padre Chema (el carmelita) y comenté todo con detalles. Le pregunté cómo podía salir algo bueno de esta situación y deje clara mi postura: «Nada puede sacar Dios para bien de una situación como esta». Después de discutir un poco y escuchar las explicaciones de algunos amigos, las palabras del padre fueron muy claras: «Yo no sé qué puede sacar Dios para bien de esta historia, si tú lo descubres me dirás al final».

Creo que un problema de este tipo, donde se juega la vida de un ser querido, es capaz de sacudir la fe de cualquiera. Recuerdo tener miedo de cómo terminaría mi relación con Jesús después de los siguientes meses de incertidumbres y tratamientos médicos complicados. Mientras compartía este temor con Giampiero, él me decía: «Estás suponiendo que tú eres el fiel de la historia». Estas palabras me hicieron darme cuenta de que hacía 2000 años Cristo ya lo había entregado todo por mí, por Jorge (mi mejor amigo). Cristo había dado su vida por mí y a mí solo me quedaba confiar en Él, abandonarme en Él y ofrecerle todo, como también me había aconsejado el padre Vladimir, aunque la frase de ofrecer el sufrimiento no cobraba mucho sentido para mí.

Catedral de La Habana

Durante un Vía Crucis en las calles de la Habana Vieja, con la cruz y el icono de la Virgen que presiden la JMJ, mientras cargaba la cruz junto a otros amigos, caía en la cuenta del sufrimiento de Cristo rumbo al Calvario, resonaba en mi cabeza la frase: «Te adoramos Cristo y te bendecimos que por tu santa Cruz redimiste al mundo». Y ese versículo tan corto frente a la tumba de Lázaro: «Jesús lloró». Cristo, el Señor del universo sufrió por su amigo y lloró por el mejor de ellos. Eso no explicaba por qué mi mejor amigo y yo nos encontrábamos en esta situación, pero sí explicaba que Cristo comparte mi sufrimiento, Cristo conoce lo que yo siento; Él lo había sentido. En ese día, épico para mí, se encontraban a mi lado algunos amigos de la Escuela de comunidad: Loraine, Rafa, Yasmina y Giampiero brindando una compañía excepcional.

Llegado el día de la consulta médica para establecer el tratamiento a seguir, una nueva oncóloga nos atendió y explicó las pocas probabilidades de que un cáncer así se manifestara en un muchacho tan joven y dejó abierta la posibilidad a la existencia de un error en el informe de la biopsia en el primer diagnóstico. Esta doctora nos sugirió llevar los resultados a otro patólogo de gran prestigio para tener un resultado más certero. El examen duró aproximadamente 35-40 minutos. Durante este tiempo teníamos esperanza de que todo hubiera sido un error, que no existiera el cáncer, que saldríamos de ahí a festejar la buena noticia con el nuevo informe...

Desde los primeros días del diagnóstico inicial, yo había tratado de mantenerme fuerte por Jorge, estar a su servicio para acompañarlo en todo, darle aliento, brindarle confianza y apoyo. Pero la pregunta de dónde está Dios seguía en mi cabeza. Hasta que llegó el segundo diagnóstico: no solo se confirmó que era cáncer, sino que además era de un tipo peor de lo sospechado. En ese momento no pude contenerme y me cayó un estado depresivo asombroso, combinado con unas ganas inmensas de llorar que eran imposibles de disimular por mucho que traté. En ese momento Jorge, mi amigo enfermo de cáncer, se acercó a mí y con la mano en mi hombro me dijo palabras de aliento imposibles de olvidar. Ahí estaba la respuesta a la pregunta ¿dónde está Dios? Dios era Jorge para mí esa tarde. Era también Loraine, Rafa, Yasmina y Giampiero en el día del Vía Crucis, era mi mamá cuando nos daba ánimo, era el padre Chema cuando dejaba la puerta abierta para descubrir algo bueno de Dios en este momento, era el padre Vladimir dando consejos, era el que escuchaba en el silencio del sagrario. Dios no nos había abandonado, estaba constantemente.

Después de esa tarde empecé a descubrir cuán equivocado pude estar al discutir con el padre Chema, porque empecé a descubrir cómo la fe hace función de faro, marcando el camino en los momentos oscuros. He descubierto a Cristo como una compañía latente, como un hermano donde buscar consuelo y fuerza. Ya entiendo lo de «ofrece el dolor». En fin, he descubierto cosas buenas e imprescindibles para vivir en una situación como esta.

Aún Jorge no se ha curado completamente. Sigo teniendo muchísimas incertidumbres y temores. Pero estoy seguro de que Dios está. Confío en Él. Mentiría si dijese que no deseo ver un milagro y que no pido cada noche por que ocurra, pero tengo la certeza de que aun cuando no ocurra el milagro, todo lo que pase será para fortalecer este encuentro.

Reiniel, Cuba