Estados Unidos. Siguiendo la estrella

El árbol de Navidad, las hijas, un dibujo del Niño Jesús entre los demás miembros de la familia… Una ocasión para hacer memoria del encuentro vivido

Después de celebrar el día Acción de Gracias en casa de unos amigos con el clásico partido de fútbol nocturno, este viernes me puse, como todos los años, a preparar el árbol de Navidad. En Italia nunca lo hacía, empecé aquí hace unos años y ahora me ayudan mis hijas. Se ha convertido en algo realmente emocionante y hace que me parezca que fue ayer cuando vinimos a Estados Unidos.

Obviamente, para Sophie e Veronique, mis niñas, la emoción es distinta. A ellas les gusta la idea de la fiesta, la nieve… pero sorprendentemente hoy me he dado cuenta de que la catequesis de Veronique –aquí se llama Bible School– está dando resultados inesperados. Ellas también están esperando el nacimiento del niño Jesús. Además, en América existe la tradición de poner una pequeña foto de familia –abuelos, hijos y personas queridas– en el árbol, y ellas han pegado un dibujo del niño Jesús como si fuera alguien de la familia.

Mirando la estrella en lo alto del árbol, no he podido evitar pensar en el hecho histórico del nacimiento de Jesús y en todos aquellos que la vieron y siguieron en primera persona. Siempre me ha impactado el hecho de que muchos vieron la estrella, pero pocos supieron interpretar su significado. ¿Qué es hoy para mí esta estrella? Pensándolo bien, sin duda alguna, yo también he tenido la suerte de encontrar esta estrella en mi vida. Podéis reíros pero para mí se llamaba don Giussani. Igualmente luminoso y lejano –nunca tuve la suerte de relacionarme con él directamente– y, aunque en un principio el destino pareciera algo vago, él fue quien me indicó claramente el camino de lo que verdaderamente importante en la vida. Fue él quien me guio hasta el pesebre donde Dios se había hecho hombre.

¿Acaso hay algo más grande que reconocer y conmoverse ante un Dios niño?

También me he acordado de la Basílica de la Natividad en Belén –en su momento la visité con mi mujer en Tierra Santa– y de la escena de los pastores, mi preferida, en el belén viviendo de Agliate, en Brianza. ¡Qué emoción! Obviamente, no puedo compararme con la riqueza de los reyes magos –realmente tengo muy poco, o nada, que dar– pero sí con los pastores, pobres y sencillos –y «un poco malolientes», como dice Veronique pensando en los granjeros de por aquí–, y ellos tuvieron un gran privilegio. Aun siendo los “últimos”, fueron los primeros en llegar al pesebre.

Sentirnos como pastores no es algo banal. Tampoco es solo un privilegio. Es cómodo decir «soy como un pastor»... pero si fueron los primeros en llegar, también fueron, de hecho, los primeros en tener la tarea de anunciarlo. ¿Acaso no es esta la gran responsabilidad de todos los que se sienten “pastores”?

Así, en comunión con todos los que han encontrado su estrella, o que incluso han encontrado un ángel que les ha indicado el camino, quisiera que en este Adviento aumentase en mí, en mi familia y en quien así lo desee, la conciencia de la “responsabilidad del anuncio”, en este país lejano que ya se ha convertido en nuestra casa.

Luca, Chiara, Veronique y Sophie, Cary – Carolina del Norte (Estados Unidos)