La recogida de alimentos

El regalo de un corazón alegre

Son muchos años participando en la recogida de alimentos.
¿Es ya un formalismo o una oportunidad? Luego el encuentro con una antigua alumna con problemas. Un cruce de miradas que derrumba todas las objeciones.

Después de mucho tiempo, la participación en la jornada de la recogida de alimentos podría convertirse en un formalismo que cumplir cada año si no fuese porque te pone constantemente ante la libertad del otro.

Hay quien pasa por delante ignorándote, quien hace como si no te viera, quien te dice que no le interesa, quien es polémico, pero también quien agarra la bolsa que le acercas y sonríe dándote las gracias, y quizás se para a charlar un rato… Ante todas estas personas, ante su libertad de respuesta, la manera de mirarlas que descubro en mí me ayuda a entender si mi mirada se limita a una reacción de juicio más o menos negativo sobre ellos o si abraza su libertad.

Chioggia

Este año, es mi libertad la que se ha visto provocada. Desde hace unos años, me toca hacer turno en un discount, donde la mayoría de los clientes son jubilados, cuidadoras, personas que apenas llegan a fin de mes. Entra una señora de aspecto humilde que, nada más verme, me sonríe. Enseguida la reconozco: es una alumna mía de hace más de treinta años, de un barrio muy pobre de la ciudad y que no veía desde hace veinte años. Nos abrazamos. Le pregunto: «¿Cómo estas?». «Profesora, la vida no ha sido muy generosa conmigo. Sigo como estaba. Mi marido es discapacitado, yo trabajaba como cuidadora de un anciano, pero ahora está en un asilo y yo estoy sin trabajo». Me cuenta que tiene una hija de doce años, muy buena. Le digo que eso es un gran regalo y añado que, si tiene dificultades, el Banco de Solidaridad puede ayudarla. Nos despedimos y vuelvo a repartir bolsas y folletos. Con el rabillo del ojo, la miro mientras se aleja y mi mente se inunda de pensamientos: «Pero ella sola no puede dirigirse al Banco de Solidaridad. Tal vez debería darle mi número de teléfono... ¿Pero tengo tiempo para esto? Ya hago voluntariado en dos asociaciones. Doy catequesis. Todo es una oportunidad que reconozco y vivo como un regalo para mi madurez, pero tengo que dedicarles tiempo».

Mientras siento mi corazón oprimido por estos pensamientos, ella se da la vuelta para un último saludo. En ese cruce de miradas todas las dudas y las justificaciones se derrumban. «¡Graziella! Ven que te doy mi número». Y noto que mi corazón se alegra.

Rita, Chioggia