La nota de los presos de la cárcel de Opera (Milán) después de la Recogida de Alimentos

Recogida de alimentos en la cárcel. Cuando la humanidad redescubre su rostro

No solo en 13.000 supermercados italianos. Entre las 8.200 toneladas recogidas por los voluntarios del Banco de Alimentos a lo largo del sábado pasado, había también "latas" donadas por los presos

Estar encerrados en la planta de un pabellón sin mucho espacio para moverse y con solo dos horas de aire al día, evidentemente, no es nada fácil. En la cárcel de Opera, que un voluntario pregunte «Jornada de recogida de alimentos, ¿quieres donar algo?» quizás es algo que desafía incluso a la queja más justificada, incluso justa. En cambio, te encuentras con gente que dona y que hasta te escribe una nota: «La sección B de la 1ª planta os agradece habernos dado la oportunidad de ser útiles. Feliz Navidad».

Yo colaboré en la recogida de alimentos en otro pabellón, donde los presos viven en “alas" abiertas y, durante el día, pueden salir de las celdas. A nosotros, voluntarios de "Incontro e presenza" (un grupo de personas que llevan años visitando las cárceles de Milán) nos permitieron pasear por los pasillos, junto con los asistentes, para recoger los alimentos.

Hay presos con los que solemos encontrarnos y, con el tiempo, algunos de ellos se han convertido incluso en amigos. En Opera, son alrededor de 20 de un total de 1.400 presos. Es decir, que para nosotros pasar celda por celda en la Jornada de la Recogida de Alimentos es más bien encontrarnos a personas desconocidas que, a menudo, viven en una condición de sufrimiento objetivo.

La cárcel de Opera, a las afueras de Milán

El sabádo fui el primero en entrar en uno de estos pabellones para invitar a los presos a donar algún alimento. Al principio, solo veía asomarse de las celdas entreabiertas miradas desconfiadas o indiferentes. Sin embargo, en cuanto uno salió con sus latas, como una avalancha, como un río en crecida, en nuestras cestas empezaron a caer los productos de todos.

Así es como funciona. Para todos. O por lo menos, esto es lo que he visto el sábado por la mañana: el corazón tiene un deseo de bien y de caridad tan grande que es irresistible. Uno no ve la hora de poder ceder a este deseo. Puedes ser pobre, estar encerrado en una cárcel, prisionero incluso de la máscara que te has construido para protegerte, pero no esperas otra cosa que poder ceder, conmovido. Cedes al hecho de poder ser feliz, de que existe una respuesta de felicidad a la necesidad de tu corazón. Y que esta respuesta está misteriosamente relacionada con el sacrificio.

Todos los años participo en esta recogida de alimentos tan peculiar con un poco de temor. Me asustan las situaciones de pobreza extrema y de sufrimiento que allí encuentras. Sin embargo, cada vez es un espectáculo renovado de preciosa humildad que redescubre su propio rostro.

Fabrizio (Concorezzo, Milano)