¿Qué diferencia hay entre el que da y el que recibe?

Familias necesitadas en lista de espera, con la posibilidad de ayudarlas pero pocos voluntarios. ¿Por qué no pedir a los beneficiarios que echen una mano? Un gesto de caridad es una ocasión para todos

Soy voluntario del Banco de solidaridad en Bolonia desde hace casi diez años. Hace tiempo, con varias familias en lista de espera pidiendo ayuda y con pocos voluntarios que pudieran responder, el entonces presidente nos propuso invitar a la gente a la que ayudábamos a llevar a su vez la “caja” de alimentos a otras familias que lo necesitaran.

Una propuesta que, al principio, me pareció extraña. Para mí siempre había habido una cierta distinción entre las categorías de “voluntario” y “beneficiario”, entre quien ayuda y quien recibe.

Alguno de nosotros intentó hacer la invitación, así que yo también me animé y así lo hice, con la persona a la que llevaba la caja, y a la que todavía se la sigo llevando. Por confianza, y porque siempre se había mostrado disponible para echar una mano cuando hacía falta.

Y dijo sí, aceptó llevar la caja a cinco familias de su zona. Yo preparaba seis cajas en el almacén y se las llevaba a él. Luego él se quedaba uno y repartía el resto. Lleva tres años haciéndolo. Y si alguna vez me retraso unos días, él me lo recuerda. Es decir, él es quien me reclama a ser más puntual y concreto en el gesto.

Unos meses después de empezar a hacer esto, durante la asamblea que tenemos periódicamente con los voluntarios, dijo que «le divertía mucho» repartir las cajas.

Hace un año, con un amigo, empecé a recoger pan, pizzas, brioches y otros productos de horno de las panaderías, pizzerías y bares de Bolonia, todos los sábados por la mañana. Productos que se reparten ese mismo día entre casi sesenta familias. Se lo propusimos a él y todavía quedamos todos los sábados para hacer la recogida y el reparto en bici.

Ya ha cumplido los cuarenta, no ha formado aún su propia familia, no tiene trabajo y vive con sus padres, ancianos y enfermos. El mundo le definiría como un “fracasado”, pero para mí es un reclamo continuo a hacer mejor el gesto de la caritativa. Su “desafortunada” condición no le impide vivir lo mismo que yo, darse en un gesto gratuito que le hace vivir en cierto modo más contento.

Aquella distinción entre “voluntario” y “beneficiario” que yo hacía en mis esquemas solo es una diferencia circunstancial. Tenemos el mismo corazón, el mismo deseo de bien y la ocasión de hacer el mismo camino.

Sin la posibilidad de llevar la caja, y por tanto sin el Banco de Solidaridad que proporciona estos alimentos, nada de esto habría sido posible.

Enrico, Bolonia