El congreso de Diesse en Bolonia.

Aprendiendo a enseñar

Bolonia, 4 y 5 de noviembre, IX edición del congreso escolar de Diesse, con 650 profesores de todos los niveles, bajo el lema “El tiempo de la persona”. Así lo cuenta una joven maestra

Es la segunda vez que participo en el congreso de Diesse (asociación de profesores vinculados a la experiencia de CL, ndt) y, a pesar de lo que había visto el año anterior y el cambio en mi manera de estar en clase con alumnos y profesores, he tenido que preguntarme por qué volver. Todo me decía que sería mejor quedarme en casa. ¿Quién me manda hacer un viaje de 400 kilómetros, perder un tiempo precioso para mi programación y luego trabajar durante el fin de semana?

La respuesta llegó al leer el lema, “El tiempo de la persona. De una historia, el cambio”, y entender que no solo se refería a los alumnos sino también, y sobre todo, a los docentes. Vinieron a mi mente todos los hechos que me siguen preocupando, la sensación de inadecuación que siento en ciertas clases más difíciles, todo lo que esperan los padres, la pregunta de si los niños podrán aprender algo realmente de una maestra primeriza como yo… Muchas veces me digo que no puede ser así mi vida en el centro y que tengo que salir de ahí de alguna manera. Entonces me sale espontánea la pregunta: en medio de toda mi fatiga, ¿dónde estoy yo?, ¿dónde está mi originalidad?, ¿qué sale de mí en el momento en que estoy dando clase?



Volver a oír estas preguntas tan vivas dentro de mí me recordó el alcance real que tiene este congreso para la gente que participa. Te ofrece una amistad verdadera, relaciones y rostros con los que confrontarse y crecer. A través de rostros concretos muy interesantes, supone una ocasión no solo de mejora de la propia profesionalidad gracias a talleres específicos, sino una formación que te va moldeando, porque te permite experimentar de manera concreta aquello que se te propone. Este año me ha vuelto a pasar.

Sobre todo en la mesa redonda inicial, con las intervenciones de Carmine Di Martino y Luigina Mortari, que nos mostraron el contexto en que tenemos que trabajar: una fuerte autorreferencialidad, pérdida de valores y de confianza en las instituciones sociales. Situaciones que se amplifican en la escuela tanto en la relación con los padres como con los profesores.

¿Y cuál ha sido la novedad esta vez? La dificultad puede ser una ocasión y la queja puede convertirse en una pregunta abierta. Esta perspectiva es muy innovadora en manera de ponerte ante padres y colegas, es una hipótesis para empezar a trabajar, una posición de encuentro y disponibilidad para esa relación. Pero este método también vale para los alumnos. Ellos perciben la manera en que nos ponemos ante la vida y son nuestra esperanza de cambiar. Como dijo Di Martino, no basta con ser humano para ser hombres, ¡qué gran verdad! Yo voy a dar clase para que tanto yo como mis alumnos seamos más hombres. El encuentro es lo que me permite decir yo.



Esta hipótesis la viví durante esos dos días en Bolonia por la forma en que se propusieron los temas en el taller de matemáticas o en la velada con otros profesores jóvenes, también en los momentos de la comida y la cena, donde podías hablar con gente que vivía lejos y que había recorrido ya parte del camino, que ya siguen este método y que vuelven todos los años con este deseo cada vez más vivo.

Esta mañana se ha confirmado todo esto. Me tocaba entrar en una clase bastante problemática. Después de repartir las tareas, tuve una conversación con una compañera con la que compartía la clase y nos comentamos los problemas, pero yo estaba de un modo distinto, hasta el punto de proponerle hacer un proyecto de refuerzo de gramática para seguir a todos los niños con mayor atención. A ella le entusiasmó. Por carácter, esta compañera siempre es bastante optimista, pero me llamó la atención cuando antes de salir me dijo: «Realmente eres un regalo para mí, necesitaba algo así». Le di las gracias, pero a quien estoy verdaderamente agradecida es a aquellos que, en aquel congreso, me ayudaron a hacer memoria de mí misma y de mi tarea, y que esta mañana me han hecho «volar alto» sin contentarme con el status quo.

“De una historia, el cambio”, como dice la segunda parte del lema; he entendido que yo también puedo aportar ese cambio en mi pequeño ámbito. Está claro que hoy el verdadero cambio solo puede venir desde abajo. También lo decía Manzoni, que la historia no la hacen los grandes líderes sino todas esas pequeñas historias que permiten que sucedan los grandes eventos. Nuestra tarea como jóvenes profesores es intentar llevar este cambio.

Caterina, Pescara