Campus de la Franklin Pierce University de Rindge

En New Hampshire con David y Goliat

Las vacaciones de la comunidad de Massachusetts. Excursiones, juegos, veladas musicales y testimonios. Y el cuidado de los detalles, también con los niños, para descubrir «la vida en clave de belleza»

Este año, las vacaciones de familias de la comunidad de Massachusetts se celebraron del 30 de junio al 4 de julio en el campus de la Franklin Pierce University de Rindge, en New Hampshire, a casi una hora y media en coche desde Boston. El lema, “La vida en clave de Belleza”. La universidad, que se levanta a orillas del lago donde se reflejan las montañas, fue un escenario estupendo para nuestra convivencia.

Antes aun de que las vacaciones empezaran, me impactó la atención que mis amigos habían prestado a la preparación. Los encuentros para organizarlo todo empezaron con meses de antelación, para que las vacaciones fueran un momento hermoso para todos. Al estar embarazada de ocho meses y con tres niños pequeños, mi marido y yo decidimos no asumir ninguna responsabilidad. Mi única tarea consistía en ayudar a mi amiga Christianne, que se encargaba del rezo de laudes con los niños. Inicialmente me sentía un poco culpable por no asumir ninguna tarea concreta, pero después de hablar con mis amigos me di cuenta de que este gesto era un don, y me dediqué a buscar la Belleza a través de y junto a mis amigos.



La primera noche empezó con la acogida y un momento para los niños, que se vieron incorporados en una evocación de la historia de David y Goliat, construyendo sus hondas para tirar pelotas de ping-pong al gigante. Cuando los niños se fueron al a cama, nos reunimos para escuchar un momento de introducción a cargo del padre Stefano. Su lección abrió nuestra conciencia a la Belleza que nos rodea, invitándonos a vivir con atención los días que nos esperaban.

El segundo día, excursión al Chesterfield Gorge State Park. Mientras íbamos caminando en silencio, era precioso ver a los niños que seguían en fila a los adultos, contemplando maravillados el esplendor de la naturaleza circundante. Después de comer organizamos los juegos. Mirando a mi familia y amigos, me conmovía la alegría que transparentaba el rostro de cada uno de ellos.

El tema propuesto para esa noche era “La Belleza en la música”. Miriam Vanoni, pianista, nos ofreció dos conciertos: uno para niños y otro más largo para los adultos. Explicando la pieza de Beethoven que estaba tocando, Miriam se paraba para hacer preguntas a los niños y ver cómo reaccionaban a la música.



El tercer día dimos un largo paseo al Monte Monadnock. Fue una excursión dura, donde nos ayudábamos unos a otros para superar las dificultades. Muchos de los que no tenían niños se ofrecieron a cargar a los más pequeños sobre sus espaldas, o llevaban a alguno de la mano para ayudarle en los puntos más difíciles. Fue una ocasión de experimentar la belleza del amor de Dios mediante la ayuda mutua.

Por la noche, cinco amigos testimoniaron cómo la Belleza se manifiesta en los ámbitos más diversos de su vida. Marco y Eugenia, padres de cinco hijos, contaron cómo es su vida familiar. John, joven trabajador, habló de su trabajo, mientras que Sharon contó cómo encuentra la Belleza participando en el grupo femenino de lectura Well-Read Mom. Por último, nuestra amiga Alpha contó cómo encontró a Cristo en su lucha contra el cáncer. Lo más impresionante de estos testimonios fue para mí ver cómo mis amigos buscan a Cristo en las circunstancias de su vida cotidiana. Así me invitaban también a mí a buscarlo.



La última noche nos juntamos alrededor de una hoguera para cantar y hacer malvaviscos con chocolate. Cuando el sol se puso y en el cielo aparecieron las primeras estrellas, nuestro amigo Andrea nos enseñó las constelaciones y los niños pudieron mirar por el telescopio que construyó para observarlas.

Para mí todas las vacaciones han sido conmovedoras, desde el cuidado de los detalles con que mis amigos planificaron cada jornada, hasta ver cómo los niños rezaban laudes o estaban en misa, hasta darme cuente de cómo nuestra comunidad puede estar cada vez más unida. Pero el momento que más me conmovió fue la última mañana, en la asamblea final, cuando nuestra amiga Laura testimonió su experiencia en estas vacaciones. Contó cómo, siendo la secretaria de la comunidad, la gente no dejaba de preguntarle cosas. Al principio estaba un poco harta por tanta petición, pero con la ayuda de sus amigos empezó a verlas como si Cristo le estuviera preguntando en cada una de ellas: «¿Tú me amas?». Como madre de tres niños pequeños, esto me ha conmovido porque la mayor parte de mis jornadas está marcada por las necesidades de mis hijos y yo pierdo con ellos la paciencia muy fácilmente, o me enfado, pero después de estas vacaciones empiezo a mirarles de una forma nueva. Ahora, cuando me piden mi atención, veo a Cristo preguntándome: «¿Tú me amas? Entonces, demuéstramelo ayudándome».

Antonietta, Boston (Usa)