Trabajos de rescate en el Hotel Rigopiano.

Esos helicópteros que me recuerdan lo que somos

La tragedia a los pies del Gran Sasso, días y horas marcados por la espera y el dolor. Y la mirada que se eleva al cielo al oír el ruido de los motores que siguen buscando: «¿Quién o qué puede darnos esperanza?»

Doy gracias a Dios porque dentro de todas las circunstancias, aun dolorosamente misteriosas, nunca nos deja solos. Soy decano en Pescara. Una compañera mía en la dirección académica me ha señalado una cita de Ennio Flaiano que esta mañana he leído en la junta de profesores de mi escuela, que está prácticamente cerrada desde el 5 de enero. Son palabras que plantean una pregunta, dirigida en primer lugar a mí: ¿quién o qué nos puede dar esperanza, y por tanto a quién o qué mostrar a los chavales el lunes cuando vuelvan a clase?

Hace falta algo que esté a la altura de las preguntas (empezando por la primera: ¿por qué tanto dolor?) que surgen a raudales delante de todo lo que está pasando. En la junta, los profesores contaban lo que habían visto cuando fuimos a visitar Pescara del Tronto, que había quedado destruida por el terremoto, para hacer el belén viviente con los alumnos. Toda la región se movió para ir a "abrazar" a esos hermanos suyos, sin distinción, sin barreras ni muros, sin polémicas... Era un grito que expresaba la necesidad que tenían y que nosotros tenemos ahora: reconstruir lo humano que hay dentro de cada uno de nosotros.

Es verdad lo que dice el Cartel de Navidad, no solo necesitamos que venga en nuestra ayuda, sino que nos acompañe siempre. Estos días, después del milagro de la vida que sigue "resistiendo" y pidiendo ayuda para poder "ser", tengo más certeza y estoy más atenta a los demás. Certeza de que nada es más valioso que el don de la vida misma, y atenta a preguntar, esperar, rezar por la salvación de todos. Una atención que se despierta cada vez que oigo el ruido de los helicópteros que sobrevuelan la ciudad de camino al hospital. Allí donde estemos, todos levantamos la mirada y nos descubrimos mendigando una esperanza, suplicando la salvación de una vida. ¡De la vida!

Antonella, Pescara