Un camino que recorrer, una historia que contar…

El escenario político muy tenso de Venezuela, no desanima a unos amigos a participar a la peregrinación para este Año Jubilar de la Misericordia.

En medio de un ambiente de tensión en el país la víspera a la peregrinación que CL tenía prevista para el 22 de octubre, atendiendo a la invitación que nos hiciera Carrón para este Año Jubilar de la Misericordia, el padre Leonardo Marius, responsable del movimiento en Venezuela nos envió una pregunta por whatsapp: ¿creen que la peregrinación debe ir? Mi primera reacción fue: ¡ya toda la gente está confirmada! Pero era cuestión de hacer un juicio sobre los recientes acontecimientos en un escenario político muy tenso que nos ponía frente a una realidad. Mientras la gente está pasando hambre y hace filas para conseguir comida, cuando tenemos que ayudarnos a conseguir medicinas porque nuestros amigos están enfermos y pueden complicarse, o con tanta inseguridad hacer un viaje en carretera durante toda la noche, ¿es razonable ir a una peregrinación?

Juntos empezamos hacer un juicio donde las circunstancias, el imprevisto nos llamaba a ser testigos de su misericordia y sintiéndonos ahora más que nunca necesitados de un encuentro. Ciento sesenta personas iniciamos nuestro camino como mendigos desde las ciudades de Caracas, Mérida y Lara. Toda la noche viajamos en autobús hasta Guanare donde está el Santuario Nuestra Señora de Coromoto, templo que inauguró San Juan Pablo II y sin haberlo calculado era 22 de octubre, que es su fiesta.

El punto de encuentro fue una casa de religiosas al ingreso del santuario, allí nos encontramos saludando con un abrazo fraterno a los amigos que por la distancia no nos vemos con frecuencia; fue una gran alegría reencontrarnos con rostros de los amigos de siempre y con nuevos rostros que aceptaron la invitación, haciendo de esta peregrinación un gesto misionero. Después del desayuno nos preparamos con toda la logística para la caminata de unos tres kilómetros aproximadamente, niños, jóvenes y adultos. Bajo un sol radiante (a unos 40 grados en la mañana) el padre Leonardo nos introdujo en el significado de cruzar la Puerta Santa de la misericordia, en un clima de silencio, la belleza de los cantos, los avemarías, caminamos como una sola comunidad animada por una misma fe y por el deseo de una patria donde reine la paz y se reconozca al otro como un bien. La oración y la reflexión en cada estación iba preparando nuestro corazón para el sacramento de la reconciliación y la eucaristía, momento central de la peregrinación. El acontecimiento más extraordinario fue ver a personas que llevaban hasta más de 20 años sin confesarse hacerlo ese día; son varios los testimonios de conversión que acontecieron, la gracia, la misericordia de Dios nos abrazaba a todos porque nos llenó de alegría esta reconciliación. «No hay mayor alegría en el cielo que por un solo pecador que se convierta». Reconocer a Cristo como centro de nuestra existencia, vivir esta amistad da inicio a escribir una historia que apenas comienza.

Un detalle no menor fue que todos comimos ese día e incluso se le pudo dar a un mendigo que se acercó. La comida no la contratamos a un servicio de catering o al mismo santuario, sino que se contrató a personas de nuestra comunidad de El Tocuyo que prepararon con cariño y esfuerzo un estupendo arroz con pollo. Hasta ese detalle, ese sacrificio habla del valor de una amistad que se transforma en obras concretas de misericordia.

Muchas personas que participaron por primera vez agradecieron la invitación, pero más agradecidos estamos nosotros por la gracia de ser testigos de su misericordia en esta historia concreta que nos toca vivir y que nos lleva hacernos la pregunta: ¿cuál es nuestra tarea en el mundo?, ¿es posible dar testimonio hoy?

Hermana Rafaela Pérez, El Tocuyo. Edo Lara