Concierto en EncuentroMadrid 2016.

EncuentroMadrid, un pueblo que construye

Un EncuentroMadrid lleno de sorpresas. El trabajo que educa, la búsqueda de un lugar en el que ser protagonista y sentirse parte de un pueblo en acción.

¿Qué han supuesto para mí los días del EncuentroMadrid? Lo primero que me ha impresionado es descubrir cómo educa el trabajo. Nada más llegar nos pusimos manos a la obra con el montaje. Me di cuenta de lo fácil y conveniente que es obedecer a la realidad y responder a lo que hace falta. Yo allí era protagonista y estaba construyendo algo que no era fruto de mi capacidad. Mirándose en acción, uno descubre que está hecho para servir, que es capaz de una gratuidad y de una caridad impensables.

Era increíble ver que, poco a poco, esto incidía totalmente en mi manera de ser y de hacer. Estos meses me ha costado mucho la relación con una amiga, yo ya la daba por perdida y no me sentía valorada sino más bien abandonada. Era la enésima confirmación de que antes o después todos me abandonan. Ya no estaba segura de que pudiera haber algo bueno para mí, y por eso estaba furiosa y llena de rencor, cada vez más triste.
Y con todo eso, después de horas de trabajo, me di cuenta de que la vida consiste en darse, que yo soy más yo cuando me entrego totalmente. En un momento dado esta amiga tuvo una dificultad y me salió de manera natural acompañarla y mirarla sin chantaje alguno, sin pensar por un instante en todo el daño que me había hecho. En este sentido digo que el trabajo -tan sencillo y normal pero al mismo tiempo tan lleno de lo divino porque rompe mis esquemas- me educa.

Lo segundo que me conmovió fue ver que la razón por la que yo había ido a Madrid, es decir, volver a ver a mis amigos españoles, con los que inesperadamente ha nacido una amistad que ya dura dos años, se hizo más profunda estando allí. A mis amigos más queridos los he visto muy poco, pues cada uno tenía que hacer lo que tenía que hacer, y entonces me di cuenta de que yo había ido allí por mí misma, ¿cómo no buscar un lugar en el que ser protagonista?
Busco ardientemente aquello que me pueda hacer estar contenta, que me permita encontrar mi lugar en el mundo. Grito para que Jesús se haga tan familiar que le pueda dar mi vida. En definitiva, allá donde vaya intuyo una posibilidad de crecer y hacerme adulta en la fe. Es algo independiente de los amigos o, mejor dicho, pasa por la relación con ellos pero es más que eso, es algo más allá de ellos, que me hace libre. El problema no es entender sino vivir.

La tercera sorpresa ha sido ver a un pueblo en acción. Sentirme parte de una misma historia. Me voy a otro país y me encuentro un pueblo en camino, exactamente igual que yo, ¡pero qué regalo! A menudo no nos damos cuenta. Eso me da una gran esperanza porque significa que allá donde vaya, Otro ha pensado ya en una compañía con la que yo pueda vivir, conocer, aprender, seguir.
¿Pero es humana una unidad, una familiaridad así? Una realidad presente, visible, que es signo de lo Invisible. Hombres con las mismas preguntas y fatigas, que pueden caminar juntos. Algo tan sencillo pero al mismo tiempo tan fascinante. Tan persuasivo que yo puedo sentirme en casa: he ido a España para estar con los españoles y de manera imprevisible ha sido la ocasión de redescubrir a los amigos italianos con los que he ido. Me ha conmovido ver cómo hemos estado juntos, cómo nos hemos mirado. ¡Habríamos podido darlo por descontado perfectamente! En cambio, hemos renacido juntos.
He vuelto contenta y agradecida. Pero no puedo decir que esa tristeza que me invade cada mañana y que mi corazón en lucha siempre intenta olvidar se haya ido. Siento mucha nostalgia, cada vez que voy a España es un desgarro, porque es dramático amar más el destino de estos amigos que no el hecho de estar con ellos. Estar siempre inquieta me hace sufrir y me gustaría que la belleza que he visto estos días fuera para siempre. Pero, en realidad, esto me conmueve, porque es la posición más verdadera. Allí no hubo un milagro, sino una cotidianidad que se me ofrece vivir. Que Jesús me transfigure no significa que yo deba ser distinta (si siempre estoy triste es que en el fondo está bien así), y además el entusiasmo termina, mientras que la tristeza y la nostalgia abren en mí miles de preguntas.

Tendría mil cosas que contar, aunque escribir esto ya ha sido un gran esfuerzo pues me resulta más fácil quedarme en silencio, custodiar lo que ha sucedido, porque comunicarlo en su totalidad y plenitud es imposible.
Estos días han sido un acontecimiento, el acontecer de un Bien para mí y una esperanza para mi vida que no puedo olvidar estando aquí, en Milán. Eso no significa que no me cueste o que no me distraiga, que no sea mezquina y apática, pero se ha introducido la posibilidad de algo siempre nuevo, de volver a ser yo y desear ser querida.

Giulia, Milán